Atlético
4
Levante
1
A estas alturas de temporada los equipos tienen unos altibajos tremendos. Es por el físico, que no les da para más. El Levante es uno de ellos, y ya no digamos el Atlético de Madrid, que es un equipo bipolar. Este domingo, ambos conjuntos extendieron autovías que llenaron de regalos para unos y otros. «Pase usted caballero». «No, por favor, usted primero». [Narración y estadísticas]
Pero incluso en ese terreno de puertas abiertas, el Atlético fue muy superior a un Levante que ha de estar concentrado doscientos por cien para igualar a equipos superiores en la tabla, mucho más a un Atlético que está enfrascado en una terrible lucha para entrar en posiciones europeas.
El equipo de Quique, dicho está, fue muy superior en todas las líneas. Se vio en apuros porque se contagió del espíritu navideño de su rival y cuando tenía el partido agarrado, y bien agarrado, por el gaznate, Mario hizo un penalti infantil y cometió un penalti que igualó el partido.
Peligro de penumbra
Es cierto que por un instante, en momentos puntuales, el Atlético pareció irse por ese conocido sendero que ha recorrido tantas veces, ese en el que se va del partido cual tenista segundón para acabar complicándose el encuentro más llano del mundo. Pero, como tantas otras veces, Agüero acudió al rescate. En veinte minutos de furor, el argentino sacó de las dudas al Atlético, primero con un tiro raso que sorprendió a Munúa y después con un penalti que Ballesteros concedió con suma galantería al conjunto colchonero en una jugada absurda en la que Diego Costa remaba hacia ningún lado.
El Levante tuvo aún un arrebato de valentía y arrojo. Se echó sobre el portal de De Gea, pero este respondió como los buenos a un tiro envenenado de Jefferson Montero. Luego, la nada para el Levante porque el Atlético se lo llevó por delante por determinación y fé. Los errores propios acabaron por rematar a los levantinos pues un córner medio peinado por Raúl García se lo coló en propia puerta un Munúa más que desacertado.
El partido se había acabado entre la mayor fe del Atlético y esa relajación que suele acosar a los equipos que acaban de despertar de una pesadilla. Y lo cierto es que el Levante ha despertado no de una, sino de dos malos sueños: uno el de sus pagas no pagadas, y otra el del fantasma del descenso, que se ha alejado después de una segunda vuelta realmente primorosa, llena de mérito y coraje. Todo eso se notó ante el Atlético, un equipo que aún tiene cuentas que saldar, con la afición, con Europa y, sobre todo, consigo mismo.
