«Rodar “No tengas miedo” ha sido una experiencia impactante». Son palabras del cineasta Montxo Arméndariz (Olleta, Navarra) sobre su nueva película —que llega hoy a las pantallas—, en la que se cuenta las secuelas que padece una joven a causa de los abusos sexuales que sufrió en la infancia. Un tema delicado para un director visionario que asegura haberse lanzado a llamar la atención de la sociedad ante los escalofriantes casos de vidas masacradas que, según pasa el tiempo, conviene denunciar con urgencia desde la pantalla. Dice que cada vez hay más casos «que nada tienen que ver con las estadísticas, ya que desgraciadamente suceden, en su mayoría, dentro de las mismas familias y se intentan arreglar —y esconder— de puertas para adentro. Las consecuencias psicológicas que tal barbaridad provoca en las víctimas son terribles», asegura.
«Fue complicado buscar el tono, el punto de vista desde el cual podía contar algo tan delicado, porque el morbo y el amarillismo es lo que llama la atención. Es degradante pensarlo. Quería huir de todo eso y mostrar que hechos de semejante crueldad se dan en las mejores familias, no ocurre en ningún sector concreto de la sociedad. De ahí que le diera un punto de narración absolutamente naturalista, sin ningún artificio, ni manipulación. Me interesaba contar la historia de una niña que es feliz y alguien le ha destrozado la vida, no la vida de los padres. Enseñar cómo esa criatura es capaz de rehacer su vida y decir: “Joder, hoy ha salido el sol y me enfrento a algo nuevo”».
Opina que «a cualquier tipo de delincuencia se le da una importancia superior al de los abusos sexuales a niños y niñas cometidos por personas de su propio entorno, casos que, como decíamos, se solucionan dentro de casa callando y no diciendo nada. Creo que en otros países existen mayor número de programas de prevención que aquí. Hay que educar, hacer programas de detección, de ayuda a las víctimas, formación de profesionales... Quince años atrás casi nadie sabía ni hablaba de la violencia de género, ni había teléfonos donde pudieras llamar y, si existían, resultaban escasos. Con el mismo hincapié que se hace en otros casos, habría que hablar de este tema, quitarse de tópicos y prejuicios, razonar para buscar soluciones. El Estado y la sociedad debemos implicarnos. Los móviles pueden ayudar a cualquier chico o chica para pedir ayuda. Otra cosa es cómo se puede demostrar».
Antes de interesarse por el tema del filme, Armendáriz desconocía la gravedad de las secuelas que dejan los abusos sexuales. «Uno sabe que existen, pero desgraciadamente esta sociedad no te informa, no previene, no hay ayuda a las víctimas ni información del porqué ocurre todo esto, cómo sucede y dónde». Víctimas, psicólogos y psiquiatras le pusieron en la senda. «Lo que más me chocó es el coraje y la fuerza con que se enfrentan cada día ante la necesidad de rehacer sus vidas. Me decía que estas personas merecían una película y la necesitan, porque la sociedad desconoce… o no quiere conocer».






