Bankia no quiere dejarse adelantar por Banca Cívica en su pretendida salida a Bolsa. El dinero es escaso y los mercados están muy desconfiados, de manera que la gran fusión de cajas necesita encontrar algún tío en América o primo de Zumosol al estilo de Carlos Slim en La Caixa para convalidar su proyecto bancario ante la comunidad financiera internacional. De lo contrario no tendría mucho sentido la galantería con que el Estado está tratando el diseño de una operación que se cuida al detalle por cortesía del FROB. Miguel Ángel Fernández Ordóñez ha accedido a prestar casi 5.000 millones en créditos preferentes y destinarlos en exclusiva al Banco Financiero y de Ahorros (BFA), más conocido como el banco malo y que, a fin de cuentas, es la entidad no cotizada que actúa como matriz de Bankia. El Banco de España deberá renunciar, faltaría más, a los derechos de oposición que le asisten como acreedor para que la segregación entre las dos marcas pueda hacerse efectiva, pero ha pedido a cambio que ambas entidades mantengan el cordón umbilical como garantía para el reembolso de las ayudas públicas que han sido generosamente concedidas.
La incorporación del Canal de Isabel II al capital de la nonata Bankia es un interesante señuelo a la hora de evitar un descuento excesivo en el precio de venta y asegurar la autosuficiencia financiera del banco malo con la mayor parte de dividendos del banco bueno. Ahora bien, la entrada de un accionista vinculado al sector público autonómico y local no parece la mejor manera de abordar un programa de reforma financiera. Rato debe estrujar algo mas su chistera. Aparte de un conejo, Bankia tiene que buscar un mirlo blanco.
