Toros

sol921

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Fandiño, entrega bajo la lluvia

Día 15/05/2011

Uceda Leal e Iván Fandiño aceptan dos sustituciones para volver a torear en Madrid, después de haber cortado oreja. No habrán faltado —estoy seguro— los agoreros que les habrán aconsejado no aceptar la propuesta, para no «devolver» esa oreja. Con independencia del resultado de la segunda corrida, creo que aciertan los dos, por varias razones. Psicológica: si ellos mismos no confiaran en sus posibilidades, ¿qué carrera podrían desarrollar? Histórica: así lo hicieron varios toreros (Rincón y Yiyo, por ejemplo) y se consagraron como figuras. Sociológica: la presunta dureza de Madrid ya no es lo que era.

Siempre se ha caracterizado esta Plaza por su exigencia: en el toro, en el público. Lo segundo ha disminuido. Esta misma Feria, hemos visto cosas que, en otros tiempos, hubieran desencadenado un huracán y apenas ha pasado nada. Posible causa: varía el público, se pasan unos a otros los abonos. Y algo más general: si muchos disculpan la sentencia de Bildu o los huecos discursos de Zapatero, ¿cómo no van a ser tolerantes en Las Ventas?

En contra de lo que parece, quizá sea más difícil triunfar hoy en Sevilla: hay que conocer muy bien la complicada psicología de su público. En Madrid, basta con la entrega sin reservas y el toreo clásico, ante un toro íntegro. Es verdad la vieja máxima: si el diestro se entrega, Madrid se entrega. Eso ha hecho hoy Iván Fandiño.

Se presenta en Madrid la ganadería del Montecillo: toros serios, bien hechos; nobles los dos primeros, permiten el éxito de los diestros; más deslucidos, los demás. Uceda Leal sigue mostrándose como gran estoqueador; Miguel Tendero no tiene suerte en su lote; Fandiño corta una oreja y se gana al público de Madrid.

La anunciada tormenta descarga sobre Las Ventas: llueve sin parar desde antes de comenzar la corrida. Aunque no han puesto la lona, la arena está en buenas condiciones. El público, empapado, aguanta el tipo y aprecia la labor de los toreros.

Se mueve bien el primero de la tarde. En medio del revuelo de paraguas e impermeables, podemos apreciar la buena clase de Uceda Leal con capote y muleta y su seguridad al matar, pero la estocada queda desprendida, no es fácil sacar pañuelos y todo se queda en petición.

El cuarto, castaño, muy serio, con kilos y pitones, es un manso con emoción: se va de la muleta, se raja y Uceda desiste. Vuelve a matar bien.

A Miguel Tendero le tocan los dos más deslucidos. El tercero pone en dificultades a los banderilleros. En la muleta, echa la cara arriba y se para. No hay nada que hacer.

En el sexto, algo parecido: complicado en banderillas, suavón en la muleta, transmite muy poco. Tendero lo conduce con temple, se justifica, pero no le sirve para remontar.

Brindis a los heridos

La tarde es de Fandiño, que sale dispuestísimo, desde el quite por gaoneras en el primero de Uceda. Brinda a los heridos su primero, bragado, bien hecho. Con la muleta, torea muy de verdad, trayéndose al toro, que mete bien la cabeza. Muestra su valor en bernadinas y se vuelca al matar: oreja.

Al brindar al público el segundo, revolotea por el aire la posibilidad de la Puerta Grande pero el toro es incierto y se cuela. Vuelve a matar con decisión: no hay trofeos pero, con su entrega, se ha ganado el respeto de la afición madrileña.

Si resulta que Madrid «no se come a nadie», ¿por qué se resisten a venir las figuras? La respuesta —me temo— está clara: comodidad. No está hecha todavía la Feria de Otoño: al aficionado le gustaría, por supuesto, que vinieran José Tomás y Ponce, que torearan un mano a mano —¿por qué en Jerez sí y aquí no?— Morante y Manzanares. El empresario, sin duda, estaría encantado... Veremos.

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