Pilar López de Ayala es una «privilegiada». No (solo) lo dicen críticos y periodistas, lo reconoce la propia actriz, que el viernes estrena «El extraño caso de Angélica», del centenario director portugués Manoel de Oliveira, y que puede presumir de haber sido musa de José Luis Guerín o Vicente Aranda, entre otros. Sumergida en la promoción de esta fábula espiritual entre el cielo y la tierra surgida de la privilegiada cabeza del cineasta luso, tiene pendiente de estreno «Intruders», de Juan Carlos Fresnadillo y mira a Hollywood con distancia y mucha prudencia.
—El propio Manoel de Oliveira ha descrito la película como «una historia de amor metafísico». ¿Está de acuerdo?
—Si él ha dicho eso, claro que estoy de acuerdo. «El extraño caso de Angélica» puede ser una cosa en apariencia, pero también es una película sobre ciencia, el valor del trabajo, la tierra, el cielo... Una película de contrastes.
—¿Cómo es trabajar con una leyenda del cine como Oliveira?
—Muy fácil. Tienes la certeza de estar en las mejores manos, en las de alguien que tiene mucha experiencia en el cine y en la vida. Solo tienes que dejarte guiar. Sabe exigirte con una elegancia y sentido del humor muy poco habituales y muy de agradecer.
—Su papel es un poco especial: su personaje no dice una sola palabra en toda la película.
—Tienes que tirar de otros recursos. El cine es un medio de expresión con imágenes y los diálogos tratan de suplir carencias. Supone un reto hacer de espíritu porque no es algo tangible; tampoco de muerta... Pero ha sido una experiencia hermosa.
—¿Qué tiene Pilar López de Ayala que grandes autores del cine actual como Oliveira o Guerín quieren retratarla de una manera tan hermosa?
—No tengo ni la menor idea. Me satisface mucho formar parte de algo que creo que se debe contar. Soy actriz y estoy interesada en participar en cualquier proyecto de cualquier director que tenga una historia interesante y quiera contar conmigo.
—Podríamos decir que le gusta rodearse de grandes cineastas: Vicente Aranda, Agustín Díaz Yanes, los propios Guerín y Oliveira... y ahora Juan Carlos Fresnadillo.
—Unos más que otros, pero me siento afortunada de esas oportunidades. Soy una privilegiada.
—¿Qué tiene que tener un proyecto para que diga que sí?
—Que me guste la historia, que me llegue, que me emocione, que me modifique. El propósito del cine es movilizar las emociones.
—¿Se arrepiente de algo?
—Solo de una cosa: de haber participado en una película por hacer un favor. Eso solo debe hacerse con amigos con mucha confianza.
—Después de rodar «Intruders» con Fresnadillo, ¿le tienta Hollywood?
—Me gustaría participar en cualquier proyecto que me guste. Si es en Estados Unidos o en China, me parece bien. No tengo el objetivo de trabajar en Hollywood porque si lo tuviera, lo sabríais. Las decisiones de los actores dicen mucho de nuestras prioridades y Hollywood no lo es para mí.
—¿Cómo ha vivido la tormenta del cine español de estos meses, con cambio incluido en la Academia?
—Lo he vivido un poco de lejos porque no estaba en España, pero me he enterado de todo y he votado. Los cambios son buenos y siempre que entre gente con ganas de seguir mejorando algo que nos concierne a todos habrá que apoyarlos. Estamos en una etapa de transición sin precedentes. Tenemos que empezar a construir una industria, como en Francia o Estados Unidos. Siempre vamos con retraso, así que puede que estemos en ese paso.






