“Ulissi es joven, chulo, caradura y maleducado”, definió en la meta otro italiano, Visconti, siciliano, mala leche, rápido y todo un símbolo en este Giro que celebra la unificación del país: Visconti lleva el maillot con la bandera ‘tricolor’ por ser campeón nacional y porta el dorsal ‘150’, por el siglo y medio que Italia tiene como estado. En Tirano casi explota una guerra civil que parte la península. Ulissi contra Visconti; Toscana contra Sicilia; norte y sur. Las dos Italias de siempre. [Así lo hemos contado]
Ulissi, cierto, es joven. Apenas 22 años y dos títulos mundiales en la categoría juvenil. “Mis padres me enseñaron a valorar las cosas. Soy ahorrador”, se define. Astuto. Tenía la meta de Tirano a 250 metros. La carretera estaba partida entre el sol y la sobra. Y la etapa corría en juego entre cuatro: el potente Ulissi, el rápido Visconti, el certero Lastras y Bakelandts, condenado a ser mero testigo del sprint. Ulissi eligió primero y se tiró hacia el sol, hacia la izquierda, con la valla como cómplice. Joven pero con ese instinto que viene de serie en un ciclista italiano. Por la derecha soplaba el viento. La pared invisible.
Detrás de Ulissi gateaba la sombra de Visconti, el favorito. Ser ciclista y siciliano exige antes convertirse en un exiliado. Tuvo, como Nibali, que ir a competir a la Toscana, a la Italia rica. Y él era pobre. Así que agarró su viejo coche, le quitó los asientos de atrás y lo ‘tuneó’ hasta convertirlo en una caravana. Ambulante. No se viene de tan lejos para que una valla te asuste. Visconti, con el rostro encendido, le gritó a Ulissi, le pidió paso. El joven, con esa malicia innata, se había ido ciñendo a la valla. Visconti, que remontaba, llevaba la rabia congelada en el rostro. Y soltó la mano derecha. Aparta. Ulissi ni se inmutó. De nuevo, otra mano. Esta vez, más contundente. Un empujón que apartó a Ulissi. Bronca italiana, manos arriba. Visconti entró delante de Ulissi y Lastras, pero en falso. Los jueces le descalificaron. Su gesto fue irregular y muy evidente; en cambio, el novato Ulissi fue sutil. Hasta se divirtió: “La decisión de los jueces ha sido justa”, sentenció con cara de pillo.
A Visconti se le llenó la boca de palabras calientes. “Ulissi no ha colaborado en la escapada. He tenido que ir a decirle que diera relevo”, bramaba. Ulissi marcaba una amplia sonrisa: “Suelo ganar así, con astucia”. Parece acorazado. Que digan lo que quieran. Visconti se retorcía, se incendiaba por dentro al ver la repetición del sprint. Volcán siciliano. E, impotente ante la resolución de los árbitros, maldijo a su verdugo. Si yo no, tú tampoco. Guerra civil. “Hubiera preferido que ganara Lastras. Para su equipo era un día especial”, dijo atropelladamente y se largó.
La etapa sí que era especial para el Movistar. Pedaleó a la misma hora que el funeral de Xavi Tondo en Tarragona. El Giro le envió en su salida un minuto de silencia. Y Eusebio Unzúe, mánager del equipo y presente en la despedida de Tondo, le mandó a Lastras un mensaje ‘sms’: “Hoy es día para meterte en la fuga”. Por Xavi. “Y yo obedezco siempre al jefe”, contó Lastras. Hacía calor y le pegó un golpe de alergia. No se ahogó en la vertiginosa primera hora de carrera: se devoraron 47,900 kilómetros. Volando y Lastras sin aire. “Pero sé que una etapa de 230 kilómetros da para mucho”. Resistió, bien cubierto por sus compañeros Kiryenka, Arroyo y Pasamontes, y se subió a la fuga con otros catorce dorsles en el kilómetro 52. El pelotón de Contador, Nibali, Scarponi y Antón ya no los vio más. El líder madrileño descuenta los días para su victoria final. Una etapa menos.
La etapa de Ulissi. El chaval que se escondió en la larga subida al Tonale. El diplomado en Lenguas que quiere ser “catador de vinos”. No dio una pedalada de más. Ni en el Tonale ni luego en la estrecha subida a Áprica. Visconti y él cruzaron allí las primeras palabras. Gallos. Lastras, mientras, iba a lo suyo. Tiene etapas en el Giro, el Tour y la Vuelta. Quería ésta para Tondo. “Por su generosidad, por su transparencia, por su amistad...”. Tantos motivos como arrancadas realizó. “No tenía que dudar. Tenía que estar a todos los ataques”. Ganar por agotamiento. No pudo irse en la subida y buscó la complicidad del terrorífico descenso hacia la meta. Sobre curvas amortiguadas con colchonetas. Vértigo. Lastras dejó el grupo en cuatro. Demasiados. “Lo he hecho perfecto, pero debo de haber perdido el instinto, el olfato”. Y se tocó la nariz. A un kilómetro del final aún llevaba a rueda a Visconti, “que era el más fuerte”, a Ulissi y a Bakelandts.
En la calle del sol y la sombra. Cuando Ulissi descorchó el sprint hacia la izquierda, Lastras, noble, reglamentario, se abrió hacia la derecha. “Por donde pegaba el viento”. Por donde perdió la etapa que iba a ser para Tondo. “Me han faltado 50 metros”. A Visconti le sobraron un par de manos. Y a Ulissi, la sonrisa maliciosa que le viene de nacimiento.







