"No te fíes", decían los más veteranos, tan sorprendidos como el novato con la temperatura estival de París. Durante cinco días, clima playero en la capital francesa, tiempo para las gafas de sol y las sandalias, manga corta obligatoria porque el mercurio estaba encendido, repletas las terrazas. "Llevas más de dos meses sin llover", comentan los taxistas, conversaciones típicas de ascensor. Pues ya están aquí las nubes y, como casi siempre, amenaza lluvia en Roland Garros. ¿Alguien recuerda un torneo aquí sin que se suspenda la jornada?
Comentan esos veteranos que en un día en París, en un día de los de verdad, se intuye algo de las cuatro estaciones. Hoy, jueves, el día amanece perezoso, dormido el sol aunque luego aparece como de la nada y se vuelve a esconder porque le intimidan los nubarrones. Del verano al otoño, casi invierno, viento incomodísimo para los tenistas y con el peligro real de la lluvia. Aquí, además, no hay techo retráctil, con lo que la agenda del torneo reza porque el cielo esté tranquilo. La organización, con retraso, ya se ha puesto manos a la obra y en 2016 habrá un nuevo estadio que se podrá cubrir si la situación lo exige.
Hoy es obligatorio la chaqueta. Aquí también hay exagerados que al mínimo cambio de temperatura sacan el abrigo y la bufanda, más bien por presumir porque tampoco es para tanto. Sí hace más fresco, 12 grados, y a la gente le cuesta más llegar las a las instalaciones. Butacas libres a primera hora en la Suzanne Lenglen. Ahí, en el tercer turno, juega Rafa Nadal contra Pablo Andujar.
