La frase es tan legendaria como malsonante. Alex Ferguson declaró que su intención al convertirse en entrenador del Manchester United era sencilla: knock Liverpool off their fucking perch. O sea, derribar al Liverpool, rival histórico del United, de su posición como mejor equipo de Inglaterra, acabar con su dominio. Él lo dijo; los demás, se rieron. Sobre todo los que se encontraban a 45 kilómetros. Ya, ya, que sí.
Pues, sí. Esta temporada ya es histórica. Y si el Manchester es capaz de ganar al Barcelona este sábado, aún más. Ferguson cerró un ciclo en liga, pero como no es de los que se cansan jamás —ya una vez siguió después de anunciar que se jubilaba, y con sus 69 años igual sale de Old Trafford en caja— ahora irá por lo siguiente. Y lo siguiente es la Copa de Europa.
Ferguson llegó al United en diciembre de 1986. Se ha dicho muchas veces que un gol de Mark Robbins ante el Nottingham Forest en la Copa le salvó el puesto en 1990. Aquel año llegó a ganar la copa, pero el Liverpool ganó la liga. Era su 18º título; había ganado 11 en 18 años. Mientras, el United llevaba siete en toda su historia. Ni una desde el 1967. Había una cultura de alcoholismo tremenda, liderada por Bryan Robson, el capitán. Imposible.
En la 1992-93, hizo lo imposible. Por fin ganó la liga. El United había esperado más de un cuarto de siglo. Ferguson había creado un equipo ganador. En realidad durante estos ¡26! años no ha creado un United, ha creado varios. Se pueden delimitar épocas, con identidades distintas. Eso sí, Ryan Giggs aparece en todas las ganadoras (el siguiente reto va a ser el relevo generacional). Ha demostrado capacidad para desmantelar y reconstruir equipos. Autoritario como pocos, manipulador, fuerte, nunca le tembló el pulso.
Echó a Mark Hughes y Paul Ince y perdió el primer partido sin ellos en la 1995-96. Alan Hansen, ex del Liverpool y comentarista de la BBC, declaró que «no se gana nada con niños». Ganaron la liga Beckham, Giggs, Scholes y compañía. Los niños. Luego se marcharían Beckham, y Keane, y hasta Cantona. Pero seguía ganando. 20 años más tarde, el United tiene 19 ligas; el Liverpool no ha vuelto a conseguir una. El marcador es elocuente: United 19-Liverpool 18.
La victoria fue histórica y simbólica. Al Liverpool le han derribado de su fucking perch. La fachada de Old Trafford muestra un 19 gigante. Wayne Rooney se afeitó los pelos de pecho para dejar un 19. Los del Liverpool, que siempre presumían de ser objetivamente el mejor equipo de Inglaterra en función de sus títulos de liga, indiscutibles, ahora se agarran a otra cosa. A otro trofeo. A la Copa de Europa.
El Liverpool aún tiene más copas de Europa que el Manchester; no es casualidad el canto de la afición de Liverpool «we won it five times, in Istanbul, we won it five times». El United «solo» tiene tres, igual que el Barcelona. Ahora llega a su tercera final en cuatro años. Se perfila para ganar su cuarta; sería su segundo doblete liga-copa de Europa. Tantos como su gran rival. No sólo juega ante el Barcelona: se perfila para acercarse otra vez a su rival. El aliento del United, la amenaza de Ferguson, de nuevo en la nuca del Liverpool.
