Buenas palabras, excelentes modales, respeto al rival y a sí mismos... Estos días previos a la final han sido una fuente de agua clara que deja en evidencia el lodazal en el que tuvo que chapotear el Barça en su semifinal contra el Real Madrid. Al equipo de Guardiola se le ha ido aclarando el camino, incluso se ha despejado el cielo de la doble nube de ceniza amenazante (no irá a Wembley tampoco Zapatero).
La paz del tiempo y de los cantos gregorianos han conseguido recuperar a los culés de esa eliminatoria-bronca de la que salieron magullados, no tanto en lo físico (es sabido que los jugadores del Madrid no dan, sólo amagan) como en lo psicológico (¿Me gusta Shakespeare? ¿Es el árbitro un amigo?), y Messi, Xavi, Iniesta y hasta Busquets han recuperado la fe y el tono. Una buena noticia para ese fútbol de seda que tanto ofende al mourinhismo.






