Ayer, el director del Festival de Cine de Málaga, Carmelo Romero, rompió por fin su silencio en torno a la crisis en la que se ha sumido el certamen andaluz: en tan solo una semana, han rodado dos de las cabezas más importantes de la sociedad municipal. Primero, el jueves pasado, la de su director ejecutivo y responsable del área económica, Francisco Parejo. Anteayer, la del coordinador general del festival, Antonio Luque.
Romero explicó ayer que las destituciones se debieron a la «falta de confianza» en los reponsables, y que por ello, en adelante, el certamen se limitará a que sus actividades sean «las puramente cinematográficas».
Al parecer, la crisis no se ha abierto por motivos económicos o por desajustes en la tesorería, sino, esencialmente, por la «toma de decisiones que no estaban debidamente contrastadas». Especialmente por el Festival Lunas del Gibralfaro, un evento que mezclaba jazz y cine y que tenía previstas actividades hasta septiembre. Ha tenido que ser suspendido por la escasa venta de localidades. Y es que el Gibfest era, en palabras de Romero, «una apuesta muy arriesgada que se tomó sin mi pleno conocimiento y que no tenía viabilidad».
Según publicó ayer el Diario Sur, el Festival de Málaga amplió su objeto social con el fin de poder participar en otro tipo de acontecimientos al margen de la semana dedicada al cine español, como son la Cabalgata de Reyes o la última Noche en Blanco.
Romero subrayó que esta reestructuración se debe a un problema de confianza, y que no tiene previsto realizar más destituciones.
Asmismo, declaró su disposición para seguir en el cargo una vez finalizado su contrato, este mes de junio, aunque dijo no haber hablado aún a este respecto con el alcalde de Málaga, el popular Francisco de la Torre, que ha sido reelegido en los últimos comicios.






