747, 737, 787... para la mayoría de nosotros esta sucesión de números o bien no dicen nada o bien suenan a nombres de aviones. Pero en un esquinado lugar del globo, en la costa pacífica norteamericana y cerca de la frontera con Canadá, esta sucesión de números son sin embargo una religión. La gente habla de ellos con los ojos iluminados y henchidos de orgullo. Es la sede de Boeing, la histórica compañía norteamericana de aviación civil y defensa, responsable de buena parte de las máquinas voladoras que cruzan los cielos de medio mundo.
Junto con Starbucks y Microsoft (con sede en la vecina Redmond), Boeing forma el triunvirato de grandes multinacionales que tienen su origen en el estado de Washington, cuya ciudad más poblada es Seattle, la última gran urbe norteamericana en el camino hacia Alaska. Su sede central fue trasladada a Chicago, en la otra punta del país, pero su sede «emocional», además de su más importante factoría, se mantiene en la ciudad que vio nacer a la empresa en los años 20 del siglo pasado.
Un jeque árabe ha comprado el primer 747-8 para uso personal por 319 millones
Sin embargo, el primer 747-8 que podrá surcar el cielo pues será el primero en ser entregado no irá a una compañía de transporte de pasajeros, de mercancías ni de leasing. Será entregado a un jeque de Oriente Medio, cuya identidad no ha trascendido y que guardan celosamente, que lo utilizará de forma privada por el módico precio de 319 millones de dólares. La crisis mundial no debe haber afectado especialmente a las grandes fortunas dado que en Boeing cuentan que los pedidos de aviones «jumbo» (los más grandes) para personas individuales y no aerolíneas se han incrementado en los dos últimos años. Además de este «rey del petróleo», que será el primero en volar en un 747-8, Boeing tiene en la lista de peticiones hasta a ocho clientes VIP más que comprarán para uso privado hasta 20 aviones.
Seis o siete aeronaves coinciden a la vez en el cielo del centro de pruebas
El campo de pruebas de Boeing puede resultar avasallador para el que lo visita, ya que por momentos coinciden en el cielo de esta parte de Seattle hasta seis o siete aeronaves de los más diversos tipos: avionetas, aviones comerciales o incluso cazas F-18, pues también la industria aeronáutica de defensa realiza aquí sus pruebas. Cuatro F-18 realizan unas piruetas en el aire para luego aterrizar ordenadamente -uno detrás de otro y en la misma pista- a unos cientos de metros de nosotros. Siendo fabricados por la industria aeronáutica americana, su probable destino será el ejército de uno de los países del tercer mundo.








