Magia potagia. Nada por aquí, nada por allá. A partir de hoy, en la Biblioteca Nacional de España dos y dos no son cuatro y nada es lo que parece. Porque hoy se inaugura, la exposición «La magia en la BNE», un juego de manos, una bendita ilusión que recorremos a través de la literatura impresa de este mundo en el que aparecen conejos en las chisteras, las bolas desaparecen en los cubiletes que hace miles de años inventaron los egipcios, un mundo que no sabe de las leyes de la física ni de la matemática, el planeta lúdico de la prestidigitación y del ilusionismo.
Un comisario mago
La muestra ha sido comisariada por Rafael Amieva, librero, anticuario y él mismo mago, y sirve de fantástico preámbulo al Congreso Nacional de Magia que se celebra en Madrid entre los días 23 y 26 de junio. Igualmente, están previstas dos conferencias. Una, a cargo de Juan Tamariz, si por arte de birlibirloque o de magia no desaparece por el camino (lunes 20 de junio, 19 horas) que hablará sobre «Libros de magia», y otra de Manuel Tena martes 21, 19 horas), bajo el título de «Pablo Minguet. Engaños a ojos vista. El primer libro de magia en español». Precisamente este libro («Engaños a ojos vistas, y diversión de trabajos mundanos», de Pablo Minguet e Yrol, de 1733), una pieza de un valor incalculable, es una de las muchísimas joyas presentes en la exposición, con la que Rafael Amieva ha pretendido montar una muestra que sea «divertida, amena, sorprendente y familiar». Y a fe que lo ha conseguido. Evidentemente, como por arte de magia. Libros, postales, un juego de naipes hecho en Toledo en 1584 (¡Invento español, vive Dios!, por más que clamen teutones y galos), el primer autómata que se construyó en España, fotos, cromos, sombras chinescas, juegos de espejos, y otros juegos de ingenio que salpican y amenizan el recorrido en el que los niños disfrutarán de lo lindo.
Pasen y sueñen
Crucen el umbral de la certidumbre, y paseen con la imaginación entre Yu-Li-San, la enigmática médium del Dr. Alba, un mentalista matemático, la mujer aserrada, los mensajes de ultratumba, algún que otro hipnotizador, la telequinesia, el célebre taumaturgo Mr. Bargeon Viverols, apadrinado por Thomas Alva Edison, fakires, el hombre incombustible que visitó Madrid en 1806, el arte de hacer diabluras, el conde de Cagliostro, al que Huidobro dedicó una novela, el escapista Tom Jack, el magnetizador Donato, el fantasma del mejor mago de la historia, Robert Houdin (del que tomó su nombre Houdini), un ilusionista francés del siglo XIX, al que contrató el ejército para asustar a los beduinos (y cuentan que lo hizo), y hasta el entrañable Cheminova, aquel juego con el que soñábamos a ser Alfred Nobel. Toda la magia del mundo en la Biblioteca Nacional.
