B. CASTIELLA / F. PÉREZ
ATENAS / MADRID
Mientras el Banco Central Europeo (BCE) y Berlín libran a cámara lenta su incierto pulso sobre el mecanismo del segundo rescate griego, cuya última escenificación se vivió el martes con la estéril reunión de los ministros de Economía de la eurozona, el país heleno se hunde en la convulsión política y social y los mercados se agitan en un nerviosismo de consecuencias imprevisibles para las economías más débiles, incluida España.
El tiempo se agota para Atenas. Y sus calles comienzan a reflejar la angustia del que sabe que sobrevive en periodo de descuento. Salpicada por escenas de batallas campales, la huelga general contra el nuevo programa de austeridad concluyó ayer con decenas de heridos y cuantiosos daños materiales. Los «indignados» también pusieron su granito de arena al caos intentado acordonar el parlamento heleno y lanzando botellas contra los coches oficiales, incluido el del jefe del Ejecutivo, Yorgos Papandreu.
Un clima definitivamente enrarecido que se extiende a la vida política. Papandreu tuvo ayer contactos con el resto de líderes para proponer un gobierno de unidad nacional. No tuvo éxito, a pesar de que anunció que está dispuesto a dimitir si es preciso para conseguir el consenso. Posteriormente, en declaraciones televisadas, reveló que hoy anunciará su nuevo Gobierno y solicitará el voto de confianza del parlamento.
Y mientras Grecia se consume, Bruselas no acaba de deshojar la margarita. Elena Salgado aseguró ayer que confía en que el Eurogrupo alcance el próximo lunes un acuerdo para articular las ayudas al moribundo heleno, pero fuentes de la Comisión Europea precisaron que la reunión sólo servirá para decidir sobre el visto bueno al placebo del nuevo tramo de ayuda de 12.000 millones del rescate actual. Pero en ningún caso se cerrará el debate sobre el segundo rescate.
Mientras, el vicepresidente del BCE , Vitor Constancio, recordó que el regulador valora la solución de que los acreedores privados renueven voluntariamente sus bonos griegos una vez que venzan. Algo que Fitch entiende como una especie de «reestructuración alternativa». La agencia no dudó en avisar que usar este subterfugio conduciría a una rebaja de la calificación del bono heleno hasta la categoría de «impago inminente».
En el abono de la indecisión, el contagio florece. Moody's ya ha amenazado con rebajar el «rating» de los tres principales bancos franceses por su exposición a Grecia. Y S&P también aprovechó para rebajar la nota de cuatro bancos griegos en tres escalones. Definitivamente, Europa sigue empeñada en flirtear con el desastre.