El nombramiento del cardenal Angelo Scola como arzobispo de Milán, una de las diócesis más importantes del mundo, pone a un intelectual de primera categoría y a un discípulo de Joseph Ratzinger en un puesto de gran visibilidad de cara a responsabilidades futuras.
Paradójicamente, Scola vuelve como arzobispo a una diócesis que en su día no quiso ordenarle sacerdote por ser miembro de Comunión y Liberación. El destino le llevó a Friburgo, Suiza, como profesor, y más tarde a la Pontificia Universidad Lateranense, de la que fue rector antes de ser nombrado Patriarca de Venecia. Scola contribuyó a dirigir la edición italiana de «Communio», la revista fundada por Ratzinger, Hans Urs von Baltasar y Henri De Lubac.
Scola sustituye en el cargo al cardenal Dionigi Tettamanzi, de 77 años, que presentó su renuncia por motivos de edad y le fue aceptada por el Pontífice, dos años más tarde de haber cumplidos los 75, que es la edad de jubilación en la Iglesia. La archidiócesis de Milán es la más grande de Italia y de la misma salieron papas como Pablo VI.
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