REDÓN
En Olonne sur Mer no paran las avispas. Persistentes, zumbantes, odiosas. Contador, con barba de un par de días y gesto risueño, las aparta con la mano. No quiere más picaduras en este Tour. Al bajar del autobús, le preguntan por la remontada. Y le recuerdan a Perico Delgado en el Tour de 1989, cuando llegó tarde al prólogo de Luxemburgo, y se hundió un día después en la contrarreloj por equipos. Cuando al final subió como tercero al podio tras Lemond y Fignon. «¿Puede hacer algo así?», le lanzan. Y luce su sonrisa: «Creo que sí. Hay que pensar que sí. Soy optimista». Tendrá que espantar muchas avispas.
«Si no me pierdo en Luxemburgo, habría ganado ese Tour», repite siempre Perico Delgado. Tiene clavado en la memoria aquel 1 de julio de 1989. Había ganado la edición anterior y llevaba el dorsal uno, el último en salir en la etapa prólogo. Eusebio Unzúe, su director, estaba aún en Pamplona, en la boda de su hermano Juan Carlos, portero del Barça. Recibió una llamada. Le cortó la digestión. Perico había llegado 2 minutos y 40 segundos tarde a la salida. Era el último de la general. Marchó de inmediato a Luxemburgo. Delgado se había perdido durante el calentamiento por el laberinto de calles del centro de Luxemburgo. Cuando se dirigía a la rampa de salida, vio una marea de fotógrafos que le apuntaban y decidió dar una vuelta más. Saltó una valla y ya no se supo más de él.
Al fin apareció. Había escuchado su nombre en la megafonía, pero nada sabía de su retraso. Lo supo cuando escuchó a Echávarri, como loco aquella tarde. Ni se detuvo en la rampa de salida. Iba tan excitado, con tanta adrenalina, que acabó a sólo 14 segundos de Breukink, el ganador. Lo malo eran los 2.40 del despiste. Entró en la meta y siguió pedaleando hacia el hotel con un maillot amarillo que ya no era suyo. Echávarri le buscó. Se iba a enterar. Llevaba un carro de gritos. Subió a la habitación, abrió la puerta, y no pudo abrir la boca. Delgado, hundido, lloraba encima de la cama. Al día siguiente, en la contrarreloj por equipos, fue un lastre para sus compañeros. Sin moral ni piernas, se quedaba. La debacle total. El hundimiento. Delgado, a más de siete minutos de los mejores.
Sin embargo, resultó un Tour fantástico para él y su equipo. Delgado emocionó como nunca: se exhibió en los Pirineos y asustó en los Alpes. Acabó tercero, a solo 3.34 de Lemond.
Ahora, Contador, que pierde menos (1.41), quiere ser más y completar una reconquista total. «Alberto está mentalmente fuerte», asegura Bjarne Riis. Y hasta seguro de sus fuerzas. La voz de Contador suena firme: «Nunca había empezado un Tour así. Estar con tiempo perdido es una motivación extra. Estoy esperando que empiece la montaña». Como Delgado en 1989. Tiene tiempo y etapas de sobra para cambiar este Tour y también la opinión pública gala, que ahora le silba pero que adora las gestas.
De momento, ayer no perdió más tiempo. Ganó al sprint el norteamericano Tyler Farrar, el 4 de julio, su fiesta nacional, y dedicó la victoria a Wouter Weylandt, que se dejó la vida en el pasado Giro.