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El tiempo ha dado la razón a los que entonces opinamos que eso era pura propaganda demagógica
Día 23/07/2011 - 08.01h
Cuando las cosas van bien y los políticos que están en los gobiernos dicen, o proclaman, a bombo y platillo (el musical, no el más habitual objeto en el que se sirven costosos menús en restaurantes de lujo), las personas más conscientes de la sociedad se avergüenzan de oír ciertas cosas. Cuando la economía empieza a ir mal, se preocupan viendo a personas cercanas pierder sus empleos. Pero cuando empiezan a ver o a verse en la cola del paro, todos se cabrean y se hacen indignaditos. Los que antes aplaudían y justificaban las “gracietas” del responsable, es un decir, de su partido para que los incluyera en las próximas listas electorales y no dejar de pisar moqueta y coche oficial, comienzan a marcar distancias y a hacerse amigos de toda la vida del que intuyen será nuevo rey del mambo. El aforismo popular, que coexiste en todas las culturas porque es parte del alma humana, se hace patente: las ratas, con perdón de los animalitos, abandonan el barco.
Dijo Rubalcaba, el Sr. Pepunto, que el optimismo antropológico es una de las señas de identidad de la izquierda. Él y algunos de los suyos, que como el Cid cabalgan espero que al destierro aunque sea con coche y sueldo oficial, sabrán por qué lo dicen o a quién se lo dicen. Lo cierto y verdad es que esa actitud propia de iluminados ha llevado al borde del precipicio a España y a sus “autonosuyas”, en lúcida descripción del escritor Vizcaíno Casas. Y como son optimistas, están convencidos de que cual ángeles, aunque laicos, desplegarán sus alas y sobrevolarán sin perder sus privilegios y no se estrellarán, nos estrellarán a los demás, en el fondo del barranco.
Y para poner tan sólo uno de los múltiples ejemplos de ese optimismo iluso, más que antropológico debería decirse patológico pues es una enfermedad que afecta gravemente al tesoro público, es el caso del pomposamente denominado Consorcio, creado para la rehabilitación turística por la Consejería de Política Territorial y Presidencia del Cabildo Insular de Gran Canaria, que para mayor oropel dependía directamente de la presidencia y no de la testimonial Consejería de Turismo cabildicia. Los anuncios trompeteros en prensa radio y televisión dieron a conocer un peculiar “decálogo” de ocho puntos, el PTP8, que como actuaciones prioritarias y urgentes constituirían su línea de actuación.
El plan debía ser ejecutado, dice el documento, entre el 2008 y el 2011. Cabría suponer, aunque no sé si eso es demasiada presunción, que estas medidas fueron minuciosamente y racionalmente elaboradas por personas conocedoras de la problemática turística y no sólo por especialistas en restaurantes de lujo con cargo a nuestra tarjeta de crédito. Si se mira de rehojo a La Gomera y hacemos un símil, medidas redactadas por senadores y técnicos competentes y no por cenadores y adheridos incontinentes.
El documento marca como objetivos inaplazables los siguientes: 1 - Rehabilitación Anexo II, 2 – Remodelación Avda. de Tirajana, 3 – El Veril La Maleza (centro mixto), 4 – Rehabilitación CC Oasis (no Coalición Canaria que para rehabilitarla habría que contratar a Harry Potter y todo su equipo mágico), 5 – Dotación de baños y aseos en las Dunas, 6 – Ciudad Turística Wi-Fi, 7- Transformación de la carretera GC-500 en una vía parque, y 8- Reconversión de San Agustín.
El tiempo ha dado la razón, desgraciadamente para el negocio turístico, a los que entonces opinamos, y al menos el que suscribe lo sigue haciendo, que eso era pura propaganda demagógica, un brindis al Sol, y que ese Consorcio sólo serviría para posponer la solución a los problemas reales del turismo en Gran Canaria, aunque resolviera la vida y el cargo bien remunerado a unos cuantos. Ninguno de estos objetivos inaplazables, según ellos, se ha realizado, ¡gracias a Dios! cabe añadir.
Sería muy bueno y saludable para combatir la patología del optimismo antropológico que ya ha gangrenado todo los que tiene a su alrededor, que con el relevo de consejeros en el Cabildo, y más allá de intereses espurios de partidos políticos que aburren a las Dunas de Maspalomas, se dieran a conocer las actas del Consorcio y un detalle suficiente de cuanto y en qué, a mi juicio, se ha dilapidado el dinero público en estos años que van desde el 2008 al 2011. Todos los canarios ganaremos, excepto tal vez los cenáculos de lujo que perderán facturación pues al fin y a la postre, unos guisan los proyectos y otros se los comen, en sentido literal.