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MADRID
La resaca de la turbulenta jornada del pasado martes, en la que la prima de riesgo española rebasó la frontera de los 400 puntos básicos, sumió a los índices internacionales en una nueva vorágine. Las oscilaciones, ese brusco e imprevisible balanceo en los mercados que los expertos llaman «volatilidad», eran la tónica dominante en los primeros compases del mercado: el Ibex 35 amaneció con ganancias y el pulso vital del diferencial español frente al «bund» alemán se deslizaba hasta los 360 puntos, pese a la taquicardia en la apertura del parqué, que lo elevó al nuevo máximo de 407 puntos. Finalmente, la marca se trazó en el entorno de los 390.
Se confiaba en que ese enérgico impulso que guiaba a nuestro selectivo —subía un 2%— durante las primeras horas de la mañana hacia el soporte de los 9.200 puntos iba a alejar a España, acaso momentáneamente, de las brumas que ayer se materializaron en la zozobra del indicador del riesgo país. Pero, finalmente, el optimismo se desinfló y la Bolsa española acentuó su descenso, por cuarto día consecutivo, con una caída del 0,85%, que lo llevó hasta el mínimo anual de 9.037 puntos. Y gracias, porque durante algunos minutos estuvo por debajo de los 9.000. Desde el comienzo de la semana ha perdido un 6,27%.
Al Ibex le acompañaron el resto de selectivos europeos y mundiales, con similares o mayores recortes. La sangría no dejó índice intacto. En el Viejo Continente, el DAX alemán perdió un 2,41%, el CAC 40 francés, un 1,93%; el FTSE británico, un 2,34%, y Milán, donde estaban puestas todas las miradas, un moderado 1,54%. La Bolsa de Tokio cerró cediendo un 2,1%, mientras que Wall Street cerró en con una leve alza (0,25%).
El diferencial italiano se disparó hacia una nueva cota en la apertura del parqué milanés —390 puntos—, pero posteriormente se suavizó hasta los 367 puntos, cifra inferior, incluso, a la registrada el pasado martes.
De todos estos datos se deriva una conclusión: la combinación de la anarquía en los mercados, la ausencia total de resortes ante una epidemia de incertidumbre y especulación, con la carencia de operaciones habitual en este periodo del año ha multiplicado la resonancia del golpe sobre la deuda soberana. Según el Banco de España, las operaciones sobre deuda pública española que se efectuaron el martes fueron, solamente 95, con un volumen de 744,59 millones de euros. Normalmente, se negocian de 1.500 a 2.000 millones. Solo el paso de los días dirá si esta es una tormenta perfecta que viene a interrumpir —nadie sabe en qué medida— la placidez del verano.
