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Dicen de Thiago Alcántara que tiene carácter rebelde. Da fe su historial. Nació en Italia (Bari, 1991) y es hijo de Mazinho, pero tiene música en los pies. Su padre fue un gran centrocampista, campeón del mundo en 1994 cuando Dunga aún llevaba los galones dentro del campo. De herencia le ha dejado su facilidad para el toque, pero de genio natural le ha venido una técnica exquisita que aprovecha en posiciones más adelantadas. Su padre aportaba contención. A él no hay quien le contenga.
A su espalda lleva los trotes de su padre. Vino italiano porque papá jugaba en el Lecce. Conoció Brasil porque apareció el Palmeiras. Y creció español porque Mazinho hizo carrera en Valencia y Celta. Allí en Vigo empezó a reclamar las primeras miradas. En A Madroa ya disfrutaban de un muchacho de aires jacarandosos con el balón. Con ese sello de identidad abandonó el Ureca a los 14 años para entrar en la categorías inferiores del Barça, donde su progresión ha ido al ritmo de todo lo que se esperaba.
Incluso demasiado rápido. Contaba tan sólo 16 años cuando en un partido sin mayor historia de la Copa de Cataluña reprochó de manera vehemente al veterano Rafa Márquez un fallo en defensa que acabó en gol. Cosas del carácter que compensaba con el esférico. Al verano siguiente conducía a España al oro en el Europeo sub 17 junto a Bojan Krkic.
Impredecible para todo
Persigue a Thiago el mismo malestar que acosa a los de su especie. Funciona a rachas. La inspiración nunca ha sido un bien estable. Llega a rachas. Todavía le cuesta superar esa irregularidad, pero el ecosistema del Barça le permite bailar en el cable con una red de emergencia debajo.
Cuenta con la confianza de Guardiola, que ve en él lo mismo que Vicente del Bosque: un relevo para Xavi. Casi no se notó que era él quien jugaba sobre el césped del Madrigal cuando hace apenas unos meses estrenaba la titularidad en el equipo azulgrana. Da continuidad, traza alegrías con el balón y firma ese último pase entre la defensa que tanto han amortizado en la Ciudad Condal.
Al comienzo de este verano se especuló con su posible salida del club, pero cualquier arrojo de duda quedó despejado con una rúbrica que durará hasta 2015. «Los buenos jugadores nunca sobran». Pero además tiene llegada y puede rematar con las dos piernas. Así lo ha demostrado en la pretemporada, a la que se subió en marcha con el Europeo sub 21 bajo el brazo. Aterrizó tocado por una varita, pero lo brioso de su carácter aconseja prudencia «Está en uno de esos momentos en los que todo lo que chuta lo mete, pero piano, piano. Recibirá minutos, pero tendrá que ganárselos con esfuerzo», dijo Pep.
Denuedo que también deberá invertir para hacerse en la selección española. Sin embargo, y con Brasil al acecho, Del Bosque ha preferido asegurar cuanto antes. Pero Thiago debe saber que para él sólo es el comienzo.
