Economía

Economía / LOS ESPECULADORES HACEN SU AGOSTO EN ESPAÑA

La semana trágica de una legislatura negra

Desde el «crash» de las hipotecas «subprime», hace cuatro años, toda la gestión de la crisis en España ha sido una lucha constante contra la corriente

Día 07/08/2011

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Se estira y se encoge y, de repente, suelta un latigazo en la frente. ¿Qué es? La prima de riesgo, ese monstruo que se mueve en forma de comba dando marcha atrás para tomar carrerilla antes de golpear de lleno contra la deuda española. La pena máxima cometida tras siete años de nefasta gestión económica está siendo purgada con el aceite de ricino que propicia la volatilidad del verano y la coartada que brindan la suspensión técnica de pagos de Grecia y el pacto de compromiso logrado por Barack Obama para evitar la bancarrota de Estados Unidos.

El marcapasos de Zapatero se altera peligrosamente ante cualquier incidente en los mercados de capitales como si fuera el epicentro de un seísmo constante y de intensidad creciente en la escala de rentabilidades y riesgos financieros. La jerga meliflua del presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, ha sido la puntilla, el detonante que ha puesto en marcha la bomba de relojería adosada a la economía española, pero el Gobierno tampoco puede esperar que las autoridades monetarias de la eurozona le saquen las castañas del fuego mediante un programa extraoficial de socorro y salvamento que permita a España seguir presumiendo de tacón mientras pisa con el contrafuerte.

El dilema sobre el inexorable rescate es aquí y ahora un debate familiar y recurrente que los grandes partidos del arco parlamentario rechazan de entrada por cuanto que supone el fracaso más elocuente de su acción política. Es verdad que la intervención oficial de España por parte de la Unión Europea puede derivar en un pernicioso enfriamiento de la actividad pero no es menos cierto que la economía nacional no se puede financiar de manera permanente ni a 400 ni a 300 ni a 200 puntos básicos de diferencial por encima de ese nivel de referencia que marca el bono alemán en las emisiones a diez años. La última semana trágica es el corolario de una legislatura que ha sido dramática para nuestro país. Desde que el desastre de las hipotecas subprime en Estados Unidos destruyó el mundo feliz del dinero fácil hace ahora exactamente cuatro años toda la estrategia de recuperación llevada a cabo en España ha sido una lucha continua contra la corriente. El Gobierno socialista se ha quedado náufrago en el océano de la crisis y sus renovados dirigentes, con el candidato Alfredo P. Rubalcaba a la cabeza, corren serio peligro de pasarse toda la noche nadando para terminar ahogados en la madrugada.

La hoja de ruta dispuesta por Zapatero hasta el próximo 20-N se le puede hacer demasiado larga al aparato de Ferraz encargado de preparar la campaña electoral. Los Caldera, Narbona, Gómez, Blanco y demás componente de la posmoderna vieja guardia socialista lo van a tener más que difícil si los malditos especuladores siguen apostando en contra de España aprovechando las urgencias que agobian al Tesoro Público. De momento las dos últimas colocaciones de bonos realizadas el 7 de julio y el pasado jueves se han saldado con un sobrecoste agregado del 20% en números redondos y eso que eran operaciones de medio calado, a un plazo de tres y cuatro años. La directora general Soledad Núñez no va a tener más remedio que ajustar el calendario de emisiones durante lo que resta de agosto si no quiere que el servicio de la deuda se dispare por encima de esos 30.000 millones que están presupuestados para 2011, hipotecando todas las previsiones de consolidación fiscal comprometidas con Bruselas.

Los tiburones, buitres y demás especímenes que habitan en la fauna del capitalismo salvaje han situado su particular tierra de promisión dentro de nuestro país y lo mismo ocurre con Italia, que cuenta con uno de los programas más exigentes de refinanciación para el último trimestre del año. Paradójica y tristemente, la pugna por el sorpasso ha dado lugar a un hermanamiento en el dolor con Silvio Berlusconi que únicamente otorga consuelo a la mezquindad del que se conforma con ser el tuerto en el país de los ciegos.

Algo de eso le ha ocurrido al PSOE en su afán por negar la crisis primero, minimizarla después y afrontarla más recientemente a partir de una serie errática de reformas cosméticas que sólo sirven para propios y convencidos pero nunca para extraños a los que es necesario convencer.

El zafarrancho de combate de los especuladores ha puesto en marcha el ascensor de la prima de riesgo hacia el infinito y más allá mientras el contrapeso de la Bolsa se hundía muy por debajo de los niveles de resistencia fijados en los míticos 9.000 puntos del Ibex 35. Los primeros cinco días de agosto se han llevado por delante todo el tenderete de una economía cogida con alfileres, obligando al presidente del Gobierno a interrumpir sus sagradas vacaciones de verano en Doñana y a convocar un gabinetillo de crisis con la vicepresidenta Elena Salgado; el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui; el de Fomento, José Blanco, el jefe de gabinete y fontanero mayor de Palacio, José Enrique Serrano y el responsable de la Oficina Económica, Javier Vallés. Con todos sus bailaores y cantaores Zapatero ha vuelto a demostrar que se vuelve loco con el floklore y el márketing político a la hora de dar palos de ciego contra la crisis.

La cita del 20-N tiene también bastante de ese mismo picante pero más allá de los fuegos de artificio los inversores saben que el futuro Gobierno que salga de las urnas va a tener que afrontar una cura de caballo para superar la recesión y es eso simplemente lo que induce los movimientos de todos los que ahora tratan de hacer su agosto en España.

Zapatero está cautivo y desarmado de legitimidad para abordar cualquier medida quirúrgica por mucho NO-DO fotográfico que se pretenda ilustrar desde Moncloa para calmar a los mercados. Además, la disolución de Las Cortes a mediados de septiembre obliga a prorrogar los presupuestos, lo que supone un impasse legislativo en el objetivo de control del déficit público que en 2012 deberá reducirse, ahí es nada, al 4,4% del PIB.

Para mayor despropósito, la fecha de las elecciones no facilita tampoco un cambio de timón hasta después de Navidades, lo que supone demasiado tiempo de asedio para un país sometido al escrutinio y escepticismo de los observadores internacionales. No hay que olvidar que el reclamo de elecciones anticipadas es una invocación de todos los que, en realidad, están anhelando un relevo político que genere suficiente confianza en un verdadero programa de reformas estructurales y eso es algo que, en cualquier caso, no se podrá abordar hasta bien entrado el próximo ejercicio. La prima de riesgo, la bolsa y demás indicadores financieros representan solamente la fiebre de una infección económica profunda que reside en la falta de crecimiento. Los datos difundidos el viernes por el Banco de España apuntan a una nueva ralentización del PIB en un escuálido 0,2%, lo que echa por tierra las previsiones que el Ministerio de Economía maneja de cara a la galería.

El diagnóstico del Gobierno está errado y nadie quiere pecar de crédulo. Para más inri Zapatero se permite el lujo de telegrafiar las elecciones a tres meses vista concediendo un extraordinario margen de actuación a los mercados. Los inversores no han hecho sino aprovechar el regalo y a buen seguro que lo seguirán haciendo. Que nadie se extrañe ni busque falsos culpables si la prima de riesgo sigue haciendo la comba para terminar soltando nuevos latigazos más allá de esa frontera terminal de los 400 puntos básicos.

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