Un evento de resonancia universal

El próximo jueves está prevista la llegada a Madrid del Papa Benedicto XVI con ocasión de la celebración de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. Permanecerá entre nosotros a lo largo de cuatro intensos días durante los cuales le acompañarán centenares de miles de jóvenes venidos de todo el mundo y que van a tener la oportunidad de compartir con el Santo Padre una experiencia que a muchísimos de ellos marcará su vida de forma significativa.

A buen seguro que Benedicto XVI, con su penetrante y lúcida palabra, les va a dirigir unos mensajes destinados primariamente a ellos, pero que van a tener resonancia universal, no limitándose su eco ni generacional ni geográfico solo a los presentes en Madrid en estos días.

Creo conveniente con este motivo recordar someramente lo que son estas «Jornadas». De hecho, hablar de vigésimo sexta edición ya da una idea clara de lo consolidada que está esta iniciativa del beato Juan Pablo II, que las instituyó en 1985. Desde entonces han sido una cadena ininterrumpida de Encuentros los que han ido jalonando en el espacio y en el tiempo estas convocatorias: Roma, Buenos Aires, Santiago de Compostela, Czestochowa, Denver, Paris, Roma, Toronto, Colonia, Sidney…

Ahora Madrid, y previsiblemente Río de Janeiro en 2013, también serán escenarios inolvidables de estas Jornadas que captan la atención del orbe católico, pero también de muchísimos no católicos y aun no creyentes que no pueden sino sentirse atraídos por la alegría desbordante de estas multitudes de jóvenes venidos de todo el mundo.

Quiero destacar al efectuar la anterior enumeración de ciudades-sede que, al margen de Roma (por obvias razones), es España el único país en el que se habrá celebrado más de un Encuentro. Ello unido a que ésta será la tercera vez que Benedicto XVI vendrá a España durante su Pontificado (también en este caso sólo superado por Italia, también por las mismas obvias razones), pone de manifiesto tanto la atención como la particular predilección que siente El Santo Padre por España. De ello no podemos sino congratularnos y al tiempo reiterarle nuestra más sincera gratitud.

Por supuesto que los datos logísticos, materiales, técnicos y de organización no son lo más relevante en este caso, pero nos ayudan a comprender de forma adecuada su magnitud. Más de 450.000 inscritos, 4.750 periodistas acreditados, 30.000 voluntarios… En Cuatro Vientos el próximo fin de semana se estima que se producirá la mayor concentración humana durante el mayor periodo de tiempo en toda la historia de España.

Lo más importante sin embargo, como decía, no son estas cifras y datos, con ser muy significativos. Lo más trascendente no resulta visible en el corto y medio plazo, porque actuará en el interior de los corazones y las conciencias de los jóvenes asistentes. Algunos signos externos, sin embargo, sí que llaman la atención de cualquier observador objetivo y atento: la total ausencia de conflictos, la armonía, el orden, la inmensa alegría que de forma continuada está presente en una multitudinaria concentración de jóvenes venidos de la casi totalidad de países de la Tierra.

Como dijo el beato Juan Pablo II, «en estas Jornadas de la Juventud, los jóvenes de todo el mundo se dan la mano, formando un gran corro de amistad, uniendo los colores de la piel y de las banderas nacionales, la diversidad de las culturas y de las experiencias…».

En un mundo y unas sociedades tan complejas como las que vivimos, estos Encuentros resultan fascinantes y atractivos para todas las personas de buena voluntad, al margen de ideologías y creencias. Seguro que no es ajeno a ello la percepción que todos tenemos de que nuestro mundo está necesitado de anclajes, referencias, convicciones y proyectos sólidos e ilusionantes, y sobre todo que está necesitado de esperanza.

Estoy seguro de que Madrid, más que nunca en esta ocasión, estará a la altura del reto que tiene por delante y que por tanto todas la autoridades e instituciones colaborarán lealmente por el éxito de un evento que contribuye al bien común y que a buen seguro dejará frutos muy positivos y necesarios para todos nosotros.

Por todo ello, una vez más: bienvenido y muchas gracias Santo Padre.