En Vídeo
En imágenes
«Hay dos tragedias en la vida —escribió Oscar Wilde—. Una es no conseguir lo que se desea. La otra es conseguirlo». ¿Adónde se puede dirigir el Barça tras el formidable partido de la final de la Champions frente al United? ¿Más alto aún o tocó techo? Porque hoy puede empezar la segunda tragedia. Y eso, lo del techo, comenzó a ocurrir el pasado domingo —por mucho que repitan la milonga de los lesionados y demás— y ya veremos esta noche.
El Madrid le desbordó la primera media hora de partido. Le desarboló. Messi no había entrado en juego ¿quién es Messi sin Xavi?, a Thiago la cosa le venía grande e Iniesta el grande no podía él solo contra el vendaval madridista —por cierto que alguien le recomiende a Pepe un relajante—, y de la defensa barcelonista, durante esa media hora, mejor ni recordarlo, porque saber si a Alves le pasa algo de verdad cuando gesticula con espasmos tumbado en el césped empieza a ser tan complicado como el guión de Twin Peaks de David Lynch.
La chulería de Guardiola —ahora va a resultar que la chulería no es una cosa de sainete madrileño sino de seny catalán de diseño— de no sacar a Xavi y Piqué desde el principio se la tuvo que envainar. El Barça cambió el tradicional, y exitoso, arte de marear el balón por la loto, y le salió; y el Madrid se aplicó la sabia recomendación del gran Horacio Quiroga de hay que «jugar al billar con la pelota».
Esto volverá a ser la Guerra de las Galaxias, es decir, el intrépido viajero solitario por el cosmos, Han Solo (Madrid), frente al sistema perfecto del Imperio, Darth Vader (Barça). El ímpetu juvenil frente al orden implacable establecido. Qué grande es ser joven, sobre todo en el Camp Nou.







