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Supo que sería maestra de ceremonias, que lo haría delante de miles de peregrinos y en varios idiomas tan solo una semana antes, y lo único que le preocupaba era hablar demasiado rápido. También trabaja como directora de la Oficina de Prensa Internacional de la JMJ, labor que interpreta como «un modo de devolverle a la vida todo lo que ella me da».
—¿Qué sentiste al salir al escenario?
—Mi misión era dar un mensaje al Papa en nombre de todos los que estaban allí que, en verdad, representan a los cinco continentes, así que fue un gran honor. Me sentía feliz y muy arropada.
—¿Qué momento recuerdas con más cariño?
—Cuando me dirigí a Benedicto XVI y le dije que lo que nos unía a todos los peregrinos y voluntarios allí presentes es el anhelo por buscar la libertad y el amor verdadero. También me impactó que, cuando terminó el acto y paseaba por la calle, la gente me paraba para felicitarme y darme las gracias.
—¿Cómo preparaste tu intervención?
—No tuve el guión en mis manos hasta dos horas antes de salir al escenario y he de confesar que añadí algunas cosas de mi propia cosecha para hacerlo un poco más cercano. El Papa se merecía una acogida lo más calurosa y sentida posible.
—¿Has estado en más JMJ?
—En Colonia y Toronto. Esta última cambió mi vida. Allí entendí el significado de la fe activa, de vivir de acuerdo a la creencia cristiana. Además, yo acudía como peregrina y recibí tanto por parte de voluntarios y organización que decidí que, en próximas ocasiones, yo sería quien se entregara a los demás.
—Y es lo que haces ahora...
— Casualidades de la vida, hace poco más de un año me encontraba en Roma terminando un máster en Comunicación Institucional cuando recibí la llamada de los organizadores de la JMJ de Madrid para que trabajara con ellos. Y así fue como acabé aquí.
—¿Cuáles son tus funciones?
—Desde hace un año mantengo el contacto con medios extranjeros, tanto católicos como seculares, para informarles de todo lo relacionado con el evento. Aunque desde hace un mes también estoy en la Oficina de Acreditaciones, una locura, pero me encanta. Es mi primer trabajo «serio» y no puede ser más beneficioso para mi futuro laboral.
—¿Qué significa para tí formar parte de esta fiesta de la fe?
—Es como un gran máster de vida. Te prepara no sólo a nivel profesional, sino también humano y espiritual. Además conoces a mucha gente, de diferentes culturas y haces contactos que te amplían horizontes. Es una pasada.
—¿Tienes planes para después de la JMJ?
—No concretos. La verdad es que desde que me fui de Honduras, hace ya 12 años, me he pasado la vida viajando. Estudié Ciencias Políticas en Estados Unidos, luego me fui a Austria, Roma... Me considero ciudadana del mundo. Eso sí, cuando acabe todo esto, me voy a tomar un mes de vacaciones, ¡seguro!.
—¿Qué dicen tus familiares y amigos de esta experiencia?
—Están contentos y se sienten orgullosos de mi. Aunque casi todos los días que hablo con mis padres me preguntan que si pienso volver a Honduras. ¡Ya veremos!
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