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Carlos Álvarez-Nóvoa: «Me gusta que la siesta sea una transgresión en la que caer»

Si María Galiana es la abuela de España, él podría ser el abuelo. Entrañable, este actor derrocha bonhomía

Día 27/08/2011 - 23.47h

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Nos recibe en el camerino 1 del Teatro Central, «mi segunda casa». Son las dos de la tarde y se dispone a dar cuenta de un «riojita, un poquitín de cecina y poco más, que hay que seguir trabajando». Le sale el acento asturiano, que combina a las mil maravillas con su querencia sevillana.

—Si lo hiciera tan bien como María Galiana, también yo sería el abuelo de España. Pero María es mucha María... Pero me conformo con los achuchones que me da la gente, y no sólo en España, cuando me reconoce como el abuelo de «Solas».

—Es que «Solas» es mucha «Solas»...

—Mi deuda con Benito Zambrano por ello es impagable. Con esa película me destapé en el cine a los 59 años. Y todo cambió en mi vida. Yo tenía entonces mi carrera encauzada en el mundo del teatro, pero ni por asomo era tan conocido, aunque estaba más que satisfecho con cómo la llevaba. Ahora bien, lo que me ha dado «Solas» ha sido... Llevo las cuentas: 23 largos y 56 cortos, ahí es nada...

—Y eso que iba para juez.

—Por tradición familiar estudié Derecho. Mi padre era magistrado y me transmitió esa vocación hasta el punto de que llegué a pensar que no podría ser feliz en la vida si no era juez como él, pero al llegar a Tercero de carrera me di cuenta de que no quería juzgar a nadie, que la felicidad no era eso.

—¿Cómo está siendo su verano?

—Reposado e intenso. Lo primero porque casi todo el año pasado estuve trabajando fuera y ahora estoy más tranquilo en casa; intenso porque no he dejado de estudiar ni de trabajar.

—Y le gustaría que fuese...

—Intenso y reposado.

—A una isla desierta no se llevaría...

—No me llevaría a un economista.

—¿Cómo se maneja entre fogones?

—Hago una paella picante de rechupete. Casi todo lo que cocino lo hago picante. Eso sí, a mi mujer, cuando novios, la seduje con un lomo a la naranja. Ahora, para el verano, yo soy feliz con gazpacho y pescaíto frito.

—¿Debería ser la siesta un imperativo legal?

—Si fuera obligatoria perdería su encanto. Me gusta más que sea una transgresión en la que caigo diariamente. Siesta-siesta de un par de horas.

—Un libro literalmente entre manos.

—«Inés y la alegría», de Almudena Grandes.

—Un libro que le hubiese encantado escribir.

—«La montaña mágica» de T. Mann. Marcó mi afición a la literatura.

—¿Y un papel de película?

—El papel de Fernando Rey en «Ese oscuro objeto del deseo» de Buñuel con Ángela Molina.

—¿Hay Carlos para rato? Pese a los 71 años, está hecho un chaval...

—Mientras sea un disfrute, seguiré. La memoria es una gimnasia y yo la ejercito a diario. Pero el miedo de los actores a quedarse en blanco es terrible...

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