Madrid y Barça, aún más cerca

A los dos minutos de partido, el Zaragoza estaba abrumado. No salía del área, ni veía el balón ni veía las balas negras pasándoles como aviones por todos lados. Algo estaba pasando. Y era nuevo. No era el Irene ni huracán parecido. Era el Madrid. Otro Madrid, más perfeccionado, más rotundo, más rodado, como uno de esos Terminator que cada película de la saga sale más grande, más alto y más detallado.

Vale, era el Zaragoza, que está para los leones, pero desgranando el partido en dos, aquello eran ligas diferentes. No es que el Madrid vaya a una velocidad más, es que va a dos o a tres más. De hecho, los blancos no habían tenido un arranque así en toda su historia. Según Míster Chip, el Madrid ha sido el único equipo en ganar 6-0 en el primer partido de Liga y los blancos no ganaban por más de cuatro goles de diferencia en su debut liguero desde septiembre del 95 (1-5 al Rayo Vallecano).

Pero más allá de las cifras, demostrativas también, están las sensaciones en sí. Y el juego, que fue definitivo. Para empezar, el Madrid demostró estar mucho más cerca del Barcelona, no solo en efectividad (ya el año pasado marcó más goles que los azulgrana), sino en la concepción del juego. El Madrid tocó y tocó con mucha celeridad y precisión, bien es cierto que alimentado por la falta de presión del Zaragoza, un grupo ahogado casi desde el principio por una alarmante falta de forma física. También hubo pausa, orden y mucho movimiento de multitud de madridistas por la zona ancha, con apariciones aquí y allá, en una continua vorágine de jugadores entrando por todos lados sin pausa alguna, en un auténtico derroche físico.

No sucedió porque sí. Primero, el estado físico de los de Mourinho es casi del cien por cien, por no decir más, inusual en un equipo que acaba de empezar la temporada. En realidad, cualquier analista diría que este estado de forma tan salvaje es incluso peligroso porque está comprobado que los equipos que empiezan así, en la segunda vuelta están con los pulmones en la boca (mucho más en una plantilla como el Madrid que solo tiene 20 o 21 futbolistas).

El segundo motivo es de elección de jugadores. Lesionado Khedira y con Lass saliendo o entrando en los planes blancos según se levante y aparezca claro o nublado, Mourinho decidió meter a Coentrao en el doble pivote al lado de Xabi Alonso. Acertada medida. El luso vale para todo y todo lo hace mejor que el alemán o el francés. Toca de primera casi siempre y si ve posibilidades de profundizar no lo duda. Tiene criterio para salir, entrar, retroceder o acudir a las lagunas negras. Y tiene un recorrido extraordinario. Con él Xabi Alonso se compenetró como hace tiempo no lo hacía con nadie. Eso, más las irrupciones de Ozil en la zona de enganche, dieron al Madrid un plus de fútbol inestimable.

La luz en la oscuridad

Lo del turco-alemán empieza a ser escandaloso. Da la sensación de que no está y de repente aparece como un fantasma en zonas donde nadie le espera, y menos una defensa atenta a los movimientos de Cristiano y Benzema. De eso se aprovecha, de eso y de su sutileza y rapidez, además de la excelsa técnica que tiene. Si está rodeado, cosa rara porque se escabulle cual pez, aguanta con el balón pegado al pie o toca de primera y se mueve, y toca y se mueve, una y otra vez. Pero sobre todo, tiene ese último pase, que parece a la nada, pero que casi siempre acaba en gol, sobre todo si delante está un asesino en serie como es Cristiano.

Con la asociación, el Madrid se metió un punto más cerca del Barcelona, creciendo en todo: en dominio del partido, en toque, en movimiento sin balón, en iniciativa y, sobre todo, en juego colectivo, que es donde los blancos andaban hasta ahora más lejos de los azulgrana.

Solo una sombra en el horizonte: ese esplendor físico. Las malas lenguas hablan de una preparación expresa para ganar la Supercopa, aun a riesgo de quedarse sin gasolina a mitad de temporada. Veremos...