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Día 05/09/2011 - 09.10h
Lo sé. Sé que en Madrid hay quien cuando ve jugar al Barça necesita darle al mando del televisor y cambiar de canal de puro escozor. Nada nuevo. Lo que sí que es novedad esta temporada es ver a un chaval vistiendo la casaca azulgrana con el 4 a la espalda. Por si a alguien se le escapa, no cae o no recuerda, yo le ayudo: el chico se llama Cesc y se apellida Fàbregas y ha mamado barcelonismo desde la cuna. Cómo Xavi, Iniesta, Messi, Valdés, Puyol, Piqué… Vamos, medio Barça. Primera diferencia con el «otro»: aquí no sólo se trabaja la cantera sino que se cree en ella. Segunda diferencia con el «otro»: los que están quieren quedarse y los que se fueron volver. Para ejemplo, el que sigue.
Lo de Cesc es de sacarse el sombrero una y otra vez. Han bastado un puñado de partidos para comprobar que lo de la marca Barça, el ADN, no es una «conya». Posicionamiento, ayuda, toque, automatismos, combinaciones, sociedad con el resto, una sonrisa de oreja a oreja y un reparto de juego técnica y clase que el chico mamó ya en La Masía. Y algunos dirán: ¿y era cojo el Cesc del Arsenal? No. Pero cojeaba. Uno de los motivos de Fàbregas para hacer el petate rumbo a Barcelona ha sido el mimo con el que el staff «culé» trabaja lo físico. Fue poner Cesc un pie en el Camp Nou y plan específico en marcha para evitar lesiones que fueron la cruz del chico en tierras inglesas. Resultado: más confianza, motivación y entrega. El barcelonismo lo ha recibido con los brazos abiertos y el jugador se ha ganado a la grada a base de detalles. ¿El que más ha gustado? Decir no y no al Madrid de Florentino. Y es que el chico ha salido avispado y despierto: sabe dónde se juega al fútbol y se ganan los títulos.







