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Líder, dos puntos sobre el Barça con solo dos jornadas disputadas. Diez goles a favor (una media de cinco por encuentro) y dos en contra (uno por choque). Es el mejor arranque goleador del Real Madrid desde la temporada 1987-88 en la que marcó once goles y no recibió ninguno. Además, ha recuperado a Benzema, que ya ha cosechado 25 goles en Liga, uno más que Kopa y a tiro de los 37 de Zidane. Además, en este año lleva los mismos goles que Messi en Liga: 16. Solo le superan Cristiano (27) y Negredo (18)
Pues, a pesar de eso, José Mourinho tiene el gesto torcido. No estaba contento el entrenador portugués. Mou puede ser borde, verdulero y bronquista, pero como técnico en sí es impecable y sabe que detrás de una victoria como la conseguida ante el Getafe hay sombras.
Más allá de que el equipo jugara bien, regular o mal, al técnico luso le preocupa la gran cantidad de ocasiones que le hizo el Getafe, el primer equipo bien organizado al que se ha enfrentado el Madrid esta temporada (el Zaragoza no cuenta porque no fue equipo, y los de pretemporada tampoco). A Mou le inquieta que un equipo que había mejorado doscientos por cien en su faceta defensiva a su llegada la temporada pasada, vuelva a ofrecer unos boquetes tan enormes en cuanto se le cruza un equipo mínimamente ordenado.
Hay muchas piezas que ajustar para mejorar este aspecto, y son tanto individuales como colectivas. Tres son las causas principales: la primera es que los delanteros no hacen su labor de presión sobre la defensa como deben hacerla, y en este aspecto tanto Di María como Ozil están señalados con el dedo. Curiosamente, ante el Getafe se vio más a Cristiano echar una mano atrás que a sus compañeros de segunda línea ofensiva.
El segundo punto es el medio campo. Es cierto que Coentrao mejora a Xabi Alonso por su capacidad para tocar, moverse y crear asociación, y también que tiene más llegada que Lass y Khedira (ante el Getafe tuvo dos claras ocasiones de gol falladas clamorosamente) pero, en este caso, su propensión a estar en todos sitios hace el que el equipo pierda cierto orden cuando no tiene el balón. Es la clásica manta que te cubre hombros o pies, pero no ambos a la vez. Con Lass y Khedira se gana en seguridad defensiva, pues son más rompedores, pero se pierde en contundencia y creatividad defensiva.
El tercer punto es de la zaga en sí. Ninguno de los dos laterales sabe leer los partidos. Parece que ni a Sergio Ramos ni a Marcelo les hubieran enseñado en el colegio (es el abc del fútbol) que cuando sube un lateral el otro ha de quedarse. En lugar de eso, a Marcelo se le ve en cualquier posición de la parcela ofensiva menos en la defensiva. Y Ramos más de lo mismo: sube cuando no debe y baja a destiempo, se equivoca en los tiempos ofensivos pero, sobre todo, en los defensivos. Le cogen la espalda con frecuencia y hace que los balances de los centrales tengan que ser continuos y que los pivotes tengan que recorrer kilómetros y más kilómetros.
Afán ofensivo
Así que la merma defensiva es una cuestión colectiva que por ahora no trae mayores disgustos que los internos porque de puertas afuera todo va bien, mejor que nunca. Pero no es Mourinho un tipo al que los árboles no dejen ver el bosque. Hay otra razón que es más encomiable que pecaminosa, aunque igualmente preocupante: el afán ofensivo del equipo es tan grande y su ambición tan inmensa que todo el equipo adelanta líneas en busca de una proyección atacante que acaba por abrumar al rival.
Sin embargo, eso, que gusta mucho a la grada, preocupa a Mourinho, al que gustaría ver mayor equilibrio entre líneas, menos metros de distancia y no dejar tantos huecos a sus espaldas. Aún es pronto, pero hay cosas que corregir.







