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Entre 2026 y 2028. Este es el plazo con el que trabaja la Junta de la Sagrada Familia (1882) para completar el que es uno de los edificios más conocidos del mundo, la obra culminante de Antoni Gaudí, un asombroso «work in progress» que abarca ya tres siglos de historia barcelonesa.
Tras superar múltiples visicitudes —las más recientes, la construcción del túnel del AVE y un incendio en la cripta—, el templo afronta, por así decirlo, la «recta final» de los trabajos. Serán entre 15 y 17 años de obras cuya financiación está asegurada gracias al importantísimo volumen de visitantes, disparado, al igual que las donaciones, desde que el 7 de noviembre el Papa Benedicto XVI consagrase el templo como basílica. Se estima que cuando acabe 2011 la Sagrada Familia habrá recibido 3,2 millones de visitas, un 38% más que en 2010.
Tras haberse completado en los últimos años el cierre de la nave, el formidable bosque de columnas que sorprendió al mundo en la retransmisión televisiva de la misa de consagración, la Sagrada Familia afronta la fase más espectacular de los trabajos: la construcción, directas hacia el cielo, de las torres aún pendientes y de la fachada de la Pasión. La característica imagen actual de la basílica —con sus ocho torres de unos 100 metros de altura— se completará con otras nueve y, sobre todo, el gran cimborrio central, completado en el plazo de siete años y cuya cruz, visitable, se elevará a 170 metros. Definitivamente, el perfil de Barcelona, el «sky-line» si se quiere, ya no va a ser el mismo, admitía ayer el presidente del patronato, un satisfecho Joan Rigol en sus últimas semanas en el cargo.
Casi más importante que la continuidad de las obras es la reorientación que se dará al conjunto para acabar con la imagen de turismo masivo, y potenciar el hecho cultural y espiritual. Como primeras medidas: visitas programadas con venta de entradas «on-line» para evitar aglomeraciones (como en la Alhambra) y un gran museo dedicado a la obra de Gaudí.







