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Los chicos de oro

Son guapos, famosos y reinan en el baloncesto. Su carisma levanta pasiones, pero ellos han optado por una vida discreta

Día 25/09/2011

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Acostumbrados a acaparar todos los objetivos dentro de la pista, los doce chicos de oro del baloncesto español huyen de ellos cuando el balón ya no está en juego. Celosos de su intimidad, la gran mayoría evita los aires de estrella. Son tipos normales, que no dudan en pasear por las calles de su pueblo cuando las obligaciones profesionales se lo permiten.

La «cuadrilla» de Juan Carlos Navarro es un clásico en cada gran campeonato. La forman sus amigos de toda la vida, los mismos que le acompañaban cuando jugaba en los juveniles del Barcelona. Basta charlar con ellos para que uno se dé cuenta de lo poco que el éxito le ha cambiado la vida al MVP (Jugador Más Valioso) del pasado Europeo. Un tipo sencillo y espontáneo. «El mejor... y el más humilde», aseguran. Cuentan que al poco tiempo de llegar al Barcelona, tras una sesión de entrenamiento, «Juancarlillos» le preguntó a su entrenador si no le parecía que «el aro era demasiado grande», lo que provocó la evidente cara de sorpresa del técnico y del resto de sus compañeros. Son ese tipo de cosas que él ve con naturalidad. La misma que le acompaña cuando abandona la pista de juego.

Casado desde hace cuatro años, su boda fue una de las pocas excentricidades de su vida. Obligado por las circunstancias, tras su fichaje por los Memphis Grizzlies, Navarro abandonó la concentración de la selección en 2007 para protagonizar una «boda express» con Vanessa —su novia de toda la vida— y evitar así los posibles problemas con el visado. Cada medalla que gana lleva inscrita una dedicatoria para sus hijas, Lucía y Elsa.

Un paseo por Memphis

En Memphis, la presencia de Juan Carlos Navarro pasaba desapercibida. Podía ir a comprar el pan y nadie le reconocía. Una sensación que ya ha olvidado al militar en el Barcelona y que resulta imposible para cualquiera de los dos hermanos Gasol. Ambos, ilustres residentes de la ciudad de Elvis en diferentes etapas de su vida deportiva, llamaban la atención a cada paso que daban. Es lo que tiene medir más de dos metros de altura. Con semejante panorama, el propio hogar se convierte en el mejor refugio para evitar miradas indiscretas.

Los chicos de oro

Además, eso es algo que reclama el propio cuerpo, sometido durante años a decenas de viajes de costa a costa de Estados Unidos durante la temporada de la NBA. Cuando Marc se mudó definitivamente a Memphis, su chica, Cristina, hizo las maletas con él. Tres años de convivencia en los que el mediano de los Gasol ha transformado su físico —mucho más fibroso— al amparo de su pareja.

Los chicos de oro

Son pocos los respiros que concede la competición en la NBA, pero cuando eso sucede, su hermano Pau suele aprovechar para disfrutar de la compañía de Silvia López, su novia, que vive con él en Los Ángeles desde principios de 2010. La ópera se ha convertido en una de sus pasiones. Plácido Domingo, amigo personal del jugador de los Lakers, le inyectó la querencia por este género cuando aterrizó en Hollywood y, poco a poco, se ha ido haciendo un pequeño experto en la materia. Es habitual verle las noches de concierto en el patio de butacas, aunque, según reconoce, no puede ir tanto como le gustaría.

Karaokenocturno

La música es otro de los nexos de unión de los chicos de oro. A Rudy Fernández, por ejemplo, le encanta terminar la noche pegado a un micro en un karaoke. Le va eso de montar la fiesta en familia, rodeado de los suyos y lejos del mundanal ruido. El único, el de su voz sonando al compás de la melodía.

Los chicos de oro

Al balear le tira su tierra. Cuando está en España no es raro verle pasear por las playas de Ibiza. Antes lo hacía junto a sus amigos, pero desde hace unos meses, Helen Lindes se ha erigido en su acompañante preferida. Ambos han protagonizado uno de los romances más sonados del verano. Están enamorados y no lo esconden. Son felices. Se les nota en la mirada, en los gestos... y en que se han pasado horas y horas hablando por teléfono durante todo el Europeo.

Los chicos de oro

A José Manuel Calderón lo que le gusta es perderse por las calles de Villanueva de la Serena (Badajoz). Allí tiene sus raíces y allí regresa cada año. Un buen jamón y un paseo por la ribera del Guadiana es todo lo que necesita, ya que su mujer Ana, y su hijo Manuel, viven con él en Toronto.

Los hermanos de Serge

También irradia felicidad Serge Ibaka. Han sido muchos años de lucha para llegar a la cima. Su vida ha sido complicada desde que perdió a su madre, a los 4 años de edad, hasta que se vio obligado a separarse de su familia para viajar a Europa. A pesar de la distancia, el pívot nunca se ha olvidado de ellos. Tiene 17 hermanos y, de una u otra forma, él cuida de todos ellos. Criado junto a su abuela, está decidido a llevársela con él a Oklahoma City este mismo año.

Aunque el final fue feliz, las horas previas a la final del Eurobasket estuvieron llenas de tensión para Ibaka. Su hermana Rachina y su amigo Pavel vivieron una auténtica aventura hasta llegar a Lituania. Estaba previsto que ambos viajaran en el chárter que la Federación había fletado para los familiares, pero una avería en el avión que debía trasladarlos desde el Congo a España retrasó su plan de viaje y les dejó en tierra. Sin teléfono móvil para comunicarse, los problemas burocráticos en la escala en París agravaron la situación y acentuaron los nervios de Ibaka, que tuvo que esperar hasta el viernes por la noche para verles junto a él en Kaunas. Su presencia fue un acicate para lograr el oro.

Soltero y sin compromiso, sus abdominales perfectos ya son ya más famosos que los de Cristiano Ronaldo. Es el soplo de aire fresco de una selección que, a pesar del paso del tiempo, sigue manteniendo sus señas de identidad. Las mismas que un día llevaron a estos chicos a las puertas del vestuario de la selección y que hoy, diez años después, les sostienen en lo más alto.

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