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Día 16/10/2011
Cualquier agricultor de cualquier región del mundo sabe que no se puede luchar contra la Naturaleza. Siempre pierdes. Y más si se trata de cultivar para obtener una cosecha que dé suficientes beneficios como para cubrir los costes iniciales de producción. Saco este tema a colación al comprobar los errores básicos que se ven en el día a día cuando en jardines públicos y privados, sobre todo estos últimos, se plantan árboles, arbustos y plantas que se mueren ante nuestros ojos impotentes, sin que podamos hacer gran cosa por remediarlo. Los problemas comienzan al no conocer y respetar las necesidades vitales de las plantas. Cometemos errores elementales como el de elegir plantas que necesitan un terreno ácido y las plantamos en un terreno muy alcalino y viceversa, o elegir plantas que necesitan mucho calor durante todo el año y las plantamos en zonas donde los cambios son muy abruptos del día a la noche, sin olvidarnos de la presencia letal para muchos vegetales de las caramas, escarchas y los hielos. Ignoramos que hay plantas que necesitan estar expuestas a pleno sol y las colocamos a la sombra total y al revés.
Decidimos por nuestra cuenta que una planta puede estar batida por el viento, haciendo de cortavientos, por ejemplo, cuando la literatura nos advierte de que si está expuesta al viento puede morir y, de hecho, muere. En definitiva, no conocemos y, por tanto, no respetamos las necesidades vitales de los seres vegetales que queremos que nos acompañen en nuestro jardín y en nuestras vidas, lo que llamamos ficha técnica o guía de cultivo. Por eso, muchas de nuestras elecciones vegetales mueren, o no crecen, o crecen para abajo, o no dan flores, siendo pasto de un amplio catálogo de feroces enfermedades. La solución, que la hay, es leer detenidamente la letra pequeña de las necesidades de las plantas y mirar, de paso, de reojo, a la naturaleza y a lo que bajo su manto protector progresa con calidad y armonía.