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Jaime Alguersuari volvió a esparcir argumentos para avalar su estancia en la F-1. Lo hizo con la hoja de servicios en la mano. Fue séptimo, su mejor resultado. El número uno de la otra liga, la que se exhibe fuera del catálogo de Red Bull, McLaren y Ferrari y la que concursa con algún transatlántico como Mercedes.
«Es la primera vez en toda la temporada que me siento contento y orgulloso de mi trabajo, pero sobre todo del equipo Toro Rosso y de mi coche. Puedo ser joven, pero no soy tonto. En la Fórmula 1 los coches marcan la diferencia entre los pilotos. Todos soñamos con tener el mejor coche, todos queremos tener el coche de Vettel, pero al final hemos de conducir el coche que tenemos. Hoy, lo digo con orgullo, he tenido el mejor Toro Rosso de mi vida. Hoy quiero decir muy claro, que Toro Rosso me ha hecho grande», expresó de una tacada el barcelonés, radiante de felicidad.
Alguersuari combatió los fantasmas en Corea y también la exigencia extrema a la que le somete Red Bull. Helmut Marko, el ideólogo de la casa, ha decidido azuzar al español y a su compañero Buemi con el francés Vergne, que pilotará el Toro Rosso (filial de Red Bull) en las sesiones de los viernes excepto en India. El piloto que menos puntos sume (Alguersuari lleva 22, y Buemi, 15), cederá su volante a Vergne en los ensayos de Brasil.
«Mi Toro Rosso ha estado al nivel del Mercedes de Rosberg», apuntó Alguersuari, protagonista de un formidable adelantamiento en la última vuelta frente al alemán.
«En algún momento de la carrera, me ha parecido que estaba conduciendo un Ferrari, un McLaren o un Red Bull. No he podido aguantar a Fernando porque en el último tramo se escapaba unas décimas en cada vuelta, justo cuando hemos salido juntos a pista en el último cambio de rueda».
«No solo mi coche ha sido excepcional en todos los sentidos, en velocidad punta, en grip y en la conservación de los neumáticos, sino que también lo ha sido la estrategia del equipo ».
