Fútbol

Fútbol / LIGA DE CAMPEONES

Empacho de fútbol barroco

Iniesta resuelve ante el débil Plzen un partido muy autocomplaciente de su equipo

Día 20/10/2011 - 16.38h
Barcelona
2
Plzen
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El Barcelona despachó al Plzen en un exceso de autocomplacencia. Se gustó tanto en el ejercicio de su función que llegó al barroquismo en su fútbol. Demasiadas ocasiones perdidas por el afán de querer entrar con el balón en la portería. Lo que parecía un paseo militar después del fabuloso gol de Iniesta en los primeros minutos, se convirtió después en un cierto desosiego para la hinchada, que vio más cerca el empate de los checos que el gol salvador de su equipo. [Estadísticas]

El Barcelona transportó a su hincada a sensaciones variopintas en la primera parte: el goce, el deleite, el pasmo, el aburrimiento, el desasosiego y la rutina. Comenzó su duelo frente al Plzen checo desde el desnivel. Silbó el árbitro ruso y la pelota se quedó prendida de las botas azulgrana. Se anunciaba noche de cálculo y fanfarria, de natural predisposición a la goleada. [Así hemos narrado el encuentro]

Se acrecentó ese pálpito con dos combinaciones maravillosas encadenas por Iniesta y Messi rodeados de contrarios. En la segunda, Iniesta hizo flamear los pañuelos en la grada. Consumó una obra de arte: cinco toques en asociación con Messi para traspasar una barrera humana de seis defensas checos y la culminación sutil con una finta y un suave remate de izquierda. [Las mejores imágenes]

Se frotó las manos la parroquia, convencida de que no había otro resultado posible que el enésimo 5-0 o un guarismo similar. Un observador neutral hubiera pensado lo mismo, pero de repente el Barça cayó en una cierta autocomplacencia. Ese rictus que a veces se le pone al equipo de Guardiola frente a adversarios de evidente inferioridad. Pareció entonces que todos los goles debían retratarse en el de Iniesta y que debían pasar a la posteridad.

Un exceso que de repente aprovechó el Plzen para decir que estaba allí para algo más que recibir golpes. Y durante treinta minutos el Barça perdió el paso, se entregó al barroquismo y se expuso al gol checo en una contra. La afición se acomodó en el asiento con un cosquilleo amargo: no procedía un ridículo empate o, peor, una derrota ante un enemigo tan famélico.

En vez de abrir el abanico y plantear alternativas, el Barça se enceló en su ornamentación, sus rodeos y adornos. Messi quiso ganar por aplastamiento llevando el balón cosido de su bota a la red, sin intermediarios. Otra exageración porque, aun siendo el mejor, no puede taladrar los cuerpos. Su partido pudo ser cumbre en el minuto 59: se deshizo de varios enemigos casi pisando la línea de fondo y desde allí la picó suave por un lugar imposible frente al portero. El balón dio en el poste izquierdo.

Las tuvo Messi de todos los colores, y aunque al final marcó Villa, lo que el argentino se llevó como recuerdo del partido fue un empellón de un defensa checo que le dobló el tobillo derecho. El gol del asturiano llevó la tranquilidad a la grada, aunque fue más alivio que una plena satisfacción.

Ficha técnica

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