Economía

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El eje franco-alemán descubre sus límites

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«No fuimos nosotros quienes hicimos entrar en el euro a países no preparados»

Día 24/10/2011

El presidente francés Nicolás Sarkozy pronunció ayer en Bruselas una frase que puede ser considerada una expresión del grado de desajuste político-institucional en la Unión Europea: «La canciller Merkel y yo mismo debemos hacer frente a una responsabilidad para la que no fuimos elegidos», es decir, ejercen funciones de supervisión de los asuntos de gobierno de países cuyos ciudadanos no tienen ni siquiera obligación de conocerlos. Ayer, sin ir más lejos, desayunaron con el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, para requerirle enérgicamente que ponga en marcha cuanto antes las reformas que ha anunciado con el fin de reducir drásticamente el déficit del Estado.

El problema es que una gestión como esta tendrá seguramente como primer efecto, hoy mismo, en cuanto abran los mercados financieros, que el diferencial de la deuda italiana saltará por los aires, lo que agravará la situación que se pretendía remediar. El problema no es que la UE esté dirigida por el eje franco-alemán, lo más grave es que la fórmula no puede sustituir a un verdadero gobierno económico europeo, con capacidad para administrar todas las economías de la zona euro, incluidas las de Francia y Alemania.

Para ello, la canciller Merkel ha lanzado abiertamente la puesta en marcha el delicado proceso de reforma de los tratados, cuyo último capítulo —el de la gestación del Tratado de Lisboa— ha dejado a la UE en una situación de asfixia política. Para afrontar una situación como esta, la Comisión quiere un supercomisario de economía con competencias directas sobre política presupuestaria y fiscal, plenamente del lado comunitario, alejado del modelo Ashton que comparte legitimidad con el Consejo.

Y, como era de esperar, el primer ministro británico, David Cameron, ha contestado igual de claramente con la amenaza de bloquearlo con la simple exigencia de hacerlo someter a referéndum. Según la Comisión Europea, con el llamado «six pack» de medidas de gobernanza y disposiciones para sancionar a los países que excedan los límites de déficit que ha aprobado el Parlamento Europeo, «la UE ha llegado al límite de lo que permiten actualmente los tratados» y no se ve que sea suficiente para detener el malestar y la epidemia de desconfianza causada por la deuda. Incluso para prevenir nuevos episodios futuros, cualquier reforma institucional de la UE se enfrenta a la oposición de los gobiernos euroescépticos y debería hacerse por el procedimiento «simplificado» en un intento de evitar la opinión de los ciudadanos que se presume negativa.

En este círculo vicioso, los europeos tratan de resolver una crisis de la que Merkel dijo ayer que que no existen precedentes: «es una situación inédita y nadie puede decir cual es la solución absoluta». Y, en última instancia, como le apostilló Sarkozy, «no fuimos nosotros quienes hicieron entrar en el euro a países (en referencia a Grecia) que no cumplían ninguno de los criterios y que manifiestamente no estaban preparados, ni fuimos nosotros los gobiernos que empezaron a socavar el pacto de estabilidad».

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