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Francesco Clemente: «Me atrae el peligro»

El artista italiano expone sus últimas obras entre Madrid y la galería de los Uffizi de Florencia

Día 27/10/2011 - 13.49h

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A sus 59 años, aún conserva ese aire seductor y esa mirada azul intensa, clara, directa, que cautivaron en los ochenta al mundo del arte neoyorquino. El que tuvo, retuvo. Pero Francesco Clemente (Nápoles, 1952) no se dejó impresionar por los neones, las fiestas y el lujo de la Gran Manzana. Viajó a Oriente y su trabajo, que antaño lideró la transvanguardia italiana, se espiritualizó. Ha viajado a Madrid, donde expone en la galería Javier López/Mário Sequeira (C/ Guecho, 12 B. La Florida) su serie de acuarelas «JK's Walk», de este mismo año, junto a otras obras de los 80 y 90. La conversación, mitad en inglés, mitad en italiano, es a ritmo lento, como los buenos guisos. Y en sus silencios son sus ojos los que responden.

—Va y viene de Occidente a Oriente, de Nueva York a La India, de Roma a Brasil. Se mueve con naturalidad entre abstracción y figuración, entre antigüedad y modernidad. ¿Cómo lleva esa esquizofrenia artística?

—Sí, mi trabajo es una esquizofrenia cultivada, se mueve siempre entre opuestos, entre puntos de continuidad y discontinuidad, con un objetivo: espiritualizar la materia.

—¿Se considera un místico?

—Prefiero no reclamar para mí ese don, pero siento simpatía por quien se enamora de lo absoluto.

—Llama la atención que alguien tan espiritual como usted tuviera amistades tan «salvajes»: véase Ginsberg, Warhol, Basquiat...

—Allen Ginsberg era también muy espiritual. Él y Kerouac abrieron la puerta de la tradición espiritual en América.

—¿Y en el caso de Warhol y Basquiat? Usted hizo con ellos, entre 1984 y 1985, una serie de obras a seis manos que se expusieron en el Reina Sofía en 2002.

—Warhol es como un espejo, por lo reflectante. Y tenía un gran sentido del humor. Basquiat era muy dulce, pese a ser un hombre herido.

—¿Cómo acabó aquella experiencia? ¿Se tiraron los trastos a la cabeza?

—No, fue muy positiva. Los tres éramos artistas muy distintos, pero compartíamos las mismas razones. No le costó a Bruno Bischofberger convencerme. Un artista siempre tiene que romper barreras, no puede estar siempre metido en una urna.

—Lo digo por la lucha de egos que pudo haber con personalidades tan fuertes como las suyas...

—No la hubo.

—En estos momentos tiene una exposición en la galería de los Uffizi de Florencia. Para un artista italiano será un honor exponer en un lugar tan sagrado como ése...

—Sí, lo es. He llevado obras inspiradas en el tarot. En el tarot aparecen números, palabras e imágenes. Yo los utilizo en mi trabajo, y en ese orden. Además, me han encargado un autorretrato para el Corredor Vasariano.

—¿Y cómo se ha autorretratado?

—Como Santo Tomás.

—¿Por qué lo ha escogido?

—Porque me gusta tocar.

—¿Y también duda?

—Sí, es el único apóstol que duda y que toca. Porque dudamos, tocamos.

—¿La India ha sido para usted una necesidad?

—Fue más un descubrimiento; es un lugar muy contemporáneo. Ese país es la alegría de vivir.

—Los viajes son constantes en su carrera. ¿Qué le aportan La India, Nueva York, Roma...?

—Cada lugar tiene su propia alma. La India es el espacio interior; Nueva York, el espacio físico. Me hace soñar con los mitos europeos, con Viena, Praga, la gran literatura europea cosmopolita. Nueva York es un centro de creación, un lugar de encuentro. Y Roma... no me alcanza el espacio. De esta ciudad tomo en mis obras fragmentos de sus palacios.

—Le sale la vena de arquitecto...

—Bueno, casi, me falta una asignatura (sonríe).

—Ha traído a Madrid unas obras de su serie sobre el Arco Iris. Utilizó un rollo de papel de 18 metros y luego lo cortó en varias piezas. ¿Por qué emplea esta técnica?

—Porque proporciona una mayor concentración de energía. Es algo mágico. Te ofrece tensar la obra como si fuera un arco. Para ella me inspiré en historias de la gente en Brasil y su religión.

—Todos los paneles están cruzados por pisadas...

—Es una forma de violar la forma.

—Este año murió Cy Twombly, que era una especie de mentor para usted. ¿Qué lección aprendió de él?

—El modo de restituir la carne, la sensualidad, la vuelta al pasado... Resucitar la historia a través de la sensualidad.

—Y William Blake, ¿qué papel juega en su trabajo?

—La idea del peligro de ser un místico en un mundo moderno, siempre en el límite. Me atrae el peligro.

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