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Jugó en el Sevilla durante 16 temporadas. Ganó una Liga, una Copa y fue Pichichi por delante de Alfredo Di Stéfano
Día 07/11/2011
El pasado 17 de julio falleció en Sevilla, a los 88 años, el gran futbolista Juan (Juanito, para los más veteranos) Arza. Había nacido en Estella, en 1923. Lo contrató el Sevilla en 1943. Fue el fichaje más caro de su historia, hasta ese momento: noventa mil pesetas. Su entrenador, Patrick O'Connell, «Patricio», lo bautizó: «El Niño de Oro». Era un jovencito rubio, de 1'60 de altura y 69 kilos: «Todavía hoy me pregunto qué vio en mí la gente de Sevilla para quererme tanto. Creo que les conmovió verme, tan poca cosa era».
Jugó en el Sevilla 16 temporadas, de 1943 a 1959. Llegaba para consolar a la afición sevillista, en el declive de la mítica «delantera stuka»: López, Pepillo, Raimundo, Berrocal y Campanal. Lo consiguió: marcó tres goles en su primer partido, contra el Sabadell. Luego, le hizo otros tres al San Lorenzo de Almagro, que se paseaba victorioso por España (el resultado final fue 5-5).
Pronto lo pretendieron otros equipos: el Madrid y el Barcelona, el River Plate y el San Lorenzo. El presidente, Ramón Sánchez Pizjuán, lo declaró intransferible: «No hay dinero que pague el gusto de verte jugar aquí». Él se quedó en Sevilla, encantado: «¿Para qué iba a irme, si lo tenía todo?». Su padre le gastaba bromas: «A ti, el Sevilla te ha chuleado».
Con el Sevilla logró el campeonato de Liga (1945-46) y la Copa de España (1948). Jugaba de interior derecho, con el número 8: en el centro del campo, con clara tendencia ofensiva: «Nunca fui de bajar. Cuando lo hacía, nuestros propios defensas me decían: “¡Vete p'allá!” Yo era pasador, pero don Helenio me dijo que, un buen pasador, seguro que era mejor goleador».
El 5 de diciembre de 1954, Arza marcó el gol número mil del Sevilla (el segundo de un 6-1 al Málaga). Ésta fue la alineación: Manolín; Guillamón, Campanal, Valero; Ramoní, Riquelme; Liz, Arza, Araújo, Pepillo y Ayala. Esa temporada fue también el Pichichi de la Liga, por delante de Alfredo Di Stéfano: marcó 29 goles en 29 partidos.
Se retiró como jugador en 1960, pasó a entrenar: al Celta, Cádiz, Coruña y a «su» Sevilla, donde le llamaron «El salvavidas». (Fue también directivo y delegado de su equipo).
Aunque era navarro, pertenecía a esa escuela sevillana del fútbol habilidoso, afiligranado... Se cebaban con él los defensas duros. Lo recuerda Campanal: «Cuando un defensor le tenía acosado a patadas, venía a mí y me decía: “Marcelo, me está cosiendo a patadas, dale un aviso”. Yo le daba el “recadito” al acosador y éste lo dejaba tranquilo...».
Con 82 años, todas las mañanas, a las nueve, abría el Estadio Sánchez Pizjuán: en chándal, daba vueltas al campo, trotando, más de una hora. Era su entrenamiento.
Vivía feliz, en Sevilla, con su mujer y sus hijos. Tenía fama de buena persona: «Buen futbolista puede ser cualquiera pero encontrar a alguien con bondad no es fácil. Así me gustaría que me recordasen siempre. En cada partido, yo cogía a veinte niños, que estaban fuera del Estadio, los colocaba en fila y les decía que iban a entrar conmigo. El encargado me decía: “Pero, Juanito, ¡otra vez, no!”. No le dejaba ni terminar: “Si no entran ellos, no entro yo”. Eso sí que nos hace distintos».
El Sevilla lo hizo estandarte de su centenario. En 2009, fingieron contratarlo de nuevo. Declaró Monchi, el director deportivo: «Ahora, en el mercado, no hay ninguno como Juan Arza: nos hemos decidido a ir a por él».
Cuando murió, coincidieron en el sepelio los representantes del Betis con los del Sevilla. Su equipo presentó las camisetas para la próxima temporada: de varios colores, pero todas con el número 8 y su nombre: ARZA en la espalda.
Soñaba Antonio García Barbeito, en el ABC: «Trataba de imaginarte mimando el balón por la yerba, como quien enseña a andar a su primer hijo». Y recordaba una frase habitual, en Sevilla: «¿Tú qué sabes, si no has visto a Juanito Arza?»
Lo resumía él, con su sencillez de hombre cabal: «Jugar al fútbol se hace sin querer, porque se lleva dentro... Yo, el fútbol, no lo puedo dejar, porque es mi vida... El Sevilla me lo ha dado todo». Por eso, en Sevilla, no lo olvidan.