En Vídeo
En imágenes
Noticias relacionadas
Rajoy se teme que el déficit público pueda alcanzar el 8% en 2011, lo que obligará a pedir a la Unión Europea una moratoria para retrasar un año al menos los planes de ajuste y consolidación fiscal
Día 07/11/2011 - 12.02h
Ser o no ser… rescatado. Esa es la cuestión que ahora centra los debates políticos en la sede del Partido Popular, un escenario que repudian los defensores de la ortodoxia económica pero que acecha como fiel reflejo de las preocupaciones que suscita la envenenada herencia socialista. En un país de cinco millones de parados, incapaz de cumplir sus objetivos presupuestarios y con una economía estereotipada por su falta de competitividad, la cercanía del 20-N empieza a vislumbrarse con la fatalidad de la maldición gitana: Elecciones tengas y las ganes.
La vocación de todo político es la conquista del poder y por eso Mariano Rajoy no puede eludir el desafío que el capricho de la Historia le concede ahora, con ocho años de retraso sobre el calendario inicialmente previsto. Durante este tiempo España se ha convertido en lo más parecido al gran circo mundial pero ha llegado el momento de subirse al trampolín y no queda otra que lanzarse con un triple salto mortal para superar un profundo vacío del que Zapatero ha ido retirando paulatinamente toda red de seguridad.
El PP podría plantear un rescate para que Merkel vea que España no puede ser manejada
Con todo y con eso, los datos que maneja Rajoy en su despacho de la calle Génova sitúan la previsión de déficit para el conjunto del Estado en torno al 8% del PIB, un tercio por encima de ese objetivo mágico del 6% en el que, hoy por hoy, sólo cree la madre que lo parió. La última Encuesta de Población Activa ha supuesto la puntilla a cualquier expectativa de recuperación y el fantasma de una nueva recesión en el segundo semestre indica que el presupuesto del ejercicio, ajustado otras veces a martillazos, no podrá cuadrarse ahora ni con ayuda del hada madrina.
Entre el cuento del PSOE y las cuentas del PP existen enormes diferencias y aún en el supuesto de que ninguno de ellos se salga enteramente con la suya parece claro que España no va a cumplir los deberes de austeridad impuestos por las autoridades comunitarias. La gran asignatura de la consolidación fiscal quedará pendiente para el curso que viene con un desfase aumentado y corregido de recursos públicos, que se estima en una horquilla de 30.000 a 40.000 millones de euros en función al mayor o menor patrioterismo contable.
La tentación de Cristóbal Montoro, hombre precavido vale por dos, consiste en tirar bien fuerte de la manta para, acto seguido, plantarse ante Van Rompuy y Durão Barroso como delegados de la clase alta europea y pedirles oficialmente una moratoria que permita tapar los agujeros de las cuentas públicas en un plazo más dilatado de actuación. El candidato natural a la dirección de la nave económica es un hombre optimista que cree en las posibilidades de España para liderar la Europa del Sur más allá de los intereses de Alemania, la grandeur de Francia y los temores de los mercados.
El PP quiere sacudirse el polvo de la dehesa al que ha estado condenado Zapatero por su mala cabeza. Rajoy tiene que actuar sin pausa pero sin prisa y de la misma manera que debe entrar en el Gobierno pisando fuerte con soluciones de cambio, necesita también salir al exterior con un margen de tiempo que le permita asegurar la confianza y el respeto de los marimandones vecinos comunitarios.
El objetivo es demorar un año como mínimo los planes de ajuste presupuestario para evitar que el clamor de la calle se transforme en un polvorín durante 2012. De lo contrario, la única solución pasa por desplegar la alfombra roja a los amigos de la troika para que el Fondo de Estabilidad Europeo y el FMI se empleen a modo con la economía nacional. El futuro Gobierno que surja de las urnas el 20-N tiene que apostar fuerte, asumiendo el riesgo de un rescate oficial. Es el coste de la herencia socialista que toca pagar y la única manera de disuadir a Merkel, Sarkozy y compañía para que entiendan que a España no le gusta el juego de la PlayStation en Europa ni está dispuesta a seguir manejada con el mando a distancia.







