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No hay mayor historia en el plácido paseo del Barcelona por el Camp Nou, bien resuelto de primeras para dosificar después y pensar en lo que está por llegar. Se aprieta el calendario y asusta en clave azulgrana, repleta la agenda de citas importantes de aquí al Mundial de clubes y exigente para un equipo al que siempre se le cuestiona el fondo de armario. Justo después del maratón de duelos internacionales con medio equipo dando vueltas por el mundo, en el banquillo empezaron Abidal, Mascherano, Iniesta, Thiago y Villay en la grada se sentaron Busquets y Pedro, que recibió el alta por la mañana. El Barça, descomunal en su estadio, ni siquiera necesitó a los mejores. [Así lo hemos contado en directo]
Los que actuaron lo hicieron sin alardes, muy correctos en todas las facetas, atentos a un Messi que no flaquea por muy fatigado que esté. Jugó de titular porque él es quien decide y le asesoraron por banda dos extremos puros como Alexis y Cuenca, aparentemente sencilla la idea de abrir el campo para buscar espacios por dentro. Los encontró sin excesivos problemas porque el Zaragoza tampoco ofreció mucha resistencia, muy timorato en su salida, y porque por ahí se movieron sin parar Cesc y Messi, uno de enganche y el otro de falso delantero, un tándem que se entiende sin la necesidad de mirarse. Fue una victoria sencilla, un sábado sin estrés antes de la batalla del miércoles contra el Milán. El Barcelona ni se inmutó. [Estadísticas]
Piqué y Puyol marcan
Se gestó el triunfo a través de una acción a balón parado con Xavi como asistente y Piqué como rematador, imparable la embestida del central para poner la cabeza y encontrar la red. Ese gol bastó para entender que ya no habría más historia, resuelto el escollo en menos de veinte minutos, aceptada la distancia sideral por parte de los foráneos. Aguirre recuperó la defensa de cuatro sin demasiada finura y lo mejor de su equipo fue Juan Carlos, un jugador vertiginoso que galopa por la banda sin que luego tenga a quien darle el balón, y el amor propio que le puso en los minutos después del intermedio hasta la puntilla de Puyol. Nada más.
Roberto abusó de los puños para poner remedio al bombardeo
Así lo entendieron en los dos vestuarios. El Zaragoza, en un arreón de orgullo, tuvo cinco minutos efervescentes en donde Lafita intentó poner remedio a una mala tarde y el Barcelona, relajado, se dejó llevar en un insípido tramo hasta la meta. Alzó los brazos sin demasiada euforia porque el objetivo se obtuvo en tono de grises, redonda la goleada con el emerger «puyoliano» en otra acción a balón parado. El central marca como defiende, con el corazón y desde el suelo, tan válidas las formas como las del resto.
Con todos los boletos repartidos, hubo carrusel de cambios y ni siquiera con 3-0 se sentó Messi porque odia no estar cerca de la pelota. Entraron Thiago, Iniesta y Villa en el Barcelona y se llevó una alegría el asturiano para tranquilizar a los escépticos ya que llevaba un mes sin marcar como azulgrana. En el Camp Nou únicamente celebra goles el Barça, pues lleva 30 en siete encuentros y Valdés sigue a cero.







