Catapultado a la fama gracias a «House», Hugh Laurie tiene un currículo cómico de impresión, en el que también destaca el doblaje de filmes animados como «Hop», «Monstruos contra alienígenas» o «Valiant». Ahora, presta su característica voz a Steve, el hijo mayor de Santa Claus y favorito para perpetuar la «empresa familiar» en «Arthur Christmas».
–¿Cómo definiría a su personaje?
–Steve es un tipo que tiene muy claro cuál es su lugar en el mundo y cuáles son sus habilidades a la hora de enfrentarse a los retos que surgen en su camino. Algo que definitivamente no comparto con él. Pero tiene mucha confianza en sí mismo, se lo tiene tan creído que acaba cometiendo errores, aunque su corazón está en el lugar correcto. Es un buen tío, a pesar de que no sepa lo que es el espíritu navideño, algo que en su caso es preocupante.
–¿Se siente cómodo en los papeles de tipos pedantes y sabiondos?
–Me divierten mucho, porque siempre me ha llamado la atención la gente que se da mucha importancia, los pobres diablos que tratan de convertir sus operaciones de negocio más grandes y mejores de lo que realmente son, o quienes se empeñan en hacer que su trabajo suene más interesante. Me fascinan. Y debo reconocer que hay muchos actores culpables de ese placer, más que en ninguna otra profesión.
–¿Cómo moldeó con su voz la personalidad de Steve?
–Sarah, la directora, me marcó algunas pautas, como que era galés y treintañero, y decidí experimentar un poco.
–¿Qué piensa de la tradición de Hollywood de contratar actores ingleses en papeles de villanos, incluso en filmes animados?
–Supongo que tiene que ver con nuestro acento, pero es una forma de sobrevivir como otra cualquiera en este medioambiente feroz que es Hollywood. Pagar tus facturas gracias a esta industria es increíble, y triunfar es ya una aventura indescriptible. En mi caso me mudé a Hollywood porque el guión de «House» merecía la pena dejar el pan de las islas.
–De todas formas, los ingleses que viven en Malibú o Santa Mónica se han adaptado rápidamente al estilo de vida de Hollywood. ¿Es ese su caso?
–Hago lo que puedo, pero sería bonito que todos nos reuniéramos y formásemos un torneo de criquet, por ejemplo. En cuestión de fútbol lo vamos arreglando: a Beckham ya lo tenemos por aquí, es un problema menos.
–Llegamos al bloque «House». ¿Hay algo que nos quiera destacar de él, a estar alturas de la serie?
–Quizá el hecho de que es un hombre tan acostumbrado a la adversidad que nunca, hasta ahora, se ha cuestionado su limitada su capacidad para la intimidad emocional. Para él la desconfianza en el prójimo era una armadura para que nadie pudiera herirle, pero poco a poco va cediendo. Quizá sea su rasgo clave hoy por hoy. Ah, y que el sexo es muy importante para él, como para cualquier hombre. Aunque parezca lo contrario, no va de monje.
–Y eso que nunca ha acertado con las mujeres. ¿Cambiará su suerte al final de la serie?
–Bueno, yo he hecho una lista de actrices con las que me gustaría mantener una relación antes de que acabe, pero no sé si los productores van a cumplir mis deseos (risas).
–¿Se le ha subido el éxito a la cabeza?
–Aún no, pero estoy en ello. Tengo que acariciarme el ego un poquito más.
–¿Ha llegado a sobrepasarle la atención mediática que recibe y los cientos de entrevistas que concede cada año, todas con «House» como telón de fondo?
–Todavía no me he cansado. Y tampoco es una novedad, ¿eh? Recuerdo que mi primer día de promoción por «Stuart Little» concedí 83 entrevistas. Al final entendí por qué la gente confiesa crímenes que no ha cometido. A mí me preguntaron lo mismo durante nueve horas, sentí que era un tercer grado. Así que no me extraña que hubiese acabado diciendo: «Sí, sí. Yo lo maté» (risas).





