Allí, amparados entre La Finca y La Moraleja, el clan portugués afinaba sus armas. Armas romas, sin pica. Manos desnudas y mentes vacías. Mendes, el que los manda desde allí donde los príncipes saborean los mejores manjares, se frotaba las manos: "Si esto sale bien, revendo a precio de oro, una vez más". Pero todo salió mal. Su clan se hundió con todas las naves. Su equipo luso estaba sobre el verde tapete y todos salieron volteados: Coentrao, a pie cambiado, fracasó rotundamente porque le pusieron contra la pared. Pepe entró en la loca refriega en cuanto se le acabó el valium, que suele ser justo cuando su equipo empieza a perder... [Leer el post completo]







