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Y la novia llegó en un 600

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José María Aznar Botella se casó ayer en Madrid con Mónica Abascal.Al enlace acudieron muchos notables del PP

Día 18/12/2011

La novia llegó en un 600 más blanco que su vestido. Este era color baño de té o champán, con pedrería, de aire antiguo y largo velo que sujetaba con adorno del mismo color que el traje. Mónica Abascaliba sonriente y de copiloto, sorprendida y divertida ante la avalancha de fotógrafos que rodearon el coche de época. De la época de «Ya tenemos coche». Pero el 600 no fue la única originalidad: el ramo de flores, en el asiento de atrás, era de ramas y bayas rojas. Muy navideño, como la gélida temperatura de ayer en El Campillo, finca situada entre el Valle de los Caídos y El Escorial, cuya carretera empezó a colapsarse conforme se iban acercando las 13.30, hora de la ceremonia. Cinco guardias civiles de Tráfico ponían orden parando a los coches que venían desde El Escorial para que los que se acercaban desde Madrid, e iban a la boda, hicieran el giro a la izquierda y entraran a la finca.

El enlace de José María Aznar Botella y Mónica Abascal Ruano congregó en la mañana de ayer a numerosos notables del Partido Popular. Una boda situada en los antípodas de la de Ana Aznar en 2002. Cerca de El Escorial, pero lejos de El Escorial. Para los informadores, una boda de puerta, casi de cuneta, una boda de cristales y reflejos. El entonces orgulloso padre de la novia fue ayer un destello a bordo de un vehículo al que fue casi imposible vislumbrar, entre otras cosas porque llevaba una velocidad tipo «Bienvenido Mr. Marshall» (Ana Botella también entró de incógnito). Detrás, un todoterreno conducido por el novio, con su hermano Alonso al lado. Eran las 12.35. Minutos antes había llegado Alejandro Agag, que sonrió. En el asiendo de atrás, Ana Aznar. Aparte de la familia más conocida, la puerta de El Campillo era un discurrir de señoras con tocado y políticos del PP. A veces los dos conceptos se reunían en la misma persona, caso de Ana Mato.

El primero en llegar, a las 12.11, fue Abel Matutes. Después, un simpático Michavilla. Le seguiría Jaime García Legaz, secretario general de FAES, diputado y persona muy cercana a Aznar (pero también a Rajoy, porque su mujer fue asesora suya; y la suegra, la secretaria personal del futuro presidente del Gobierno hasta que llegó Ketty Satrústegui). Les seguirían Pizarro, Martín Villa, Miguel Ángel Rodríguez, Javier Arenas, Ana Pastor, Trillo, Acebes, Rodrigo Rato y el exministro Piqué con su esposa, Gloria Lomana, que se pararon para dejarse fotografiar. Ana Palacio apareció de copiloto en un Citroën diminuto. Sola. Quizá se acordaba de que a la boda de Ana Aznar acudió con su fallecida hermana Loyola (los de «Caiga Quien Caiga» les gritaron que la novia iba a lanzar el ramo). Después de Palacio, llegó Rajoy con su esposa. Y justo detrás, El Chino, es decir, José Manuel Lorenzo. A continuación, Mayor Oreja, Chencho Arias y Arias Cañete. Los tres, sobre todo los dos primeros con sus barbas blancas, parecía que iban a un casting para Papá Noel.

De las personalidades no políticas, aparte de El Chino, se pudo ver a Bernardino Lombao, el entrenador personal de Aznar; Roberto Torretta, Gigi Sarasola, Fernando Fernández Tapias y Nuria González, Luis del Rivero, Colate Vallejo-Nájera y Javier Hidalgo (los dos en el mismo coche). Eduardo Zaplana llegó ya a la una y media. Pero todavía quedaba Esperanza Aguirre, que, conduciendo un pequeño utilitario, bajó el cristal y dijo: «Ha sido una suerte que salga el sol». Puede que la frase no llegue a recogerse en wikiquote pero habló a la prensa. La única. Al final, Aguirre y la novia fueron las dos caras amables de una boda distante de puertas adentro y frío fuera.

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