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Cinco kilómetros al aire libre, en plena sierra de Guadarrama, con sus 2.300 peldaños. Entre riscos, pinos, senderos, calma y silencio. Paz y recogimiento. Estamos en el Vía Crucis del Valle de los Caídos, un espacio tan gradioso como desconocido. Mañana se celebra la primera peregrinación desde que, en julio, se reabrió al público el conjunto monumental de Cuelgamuros. Se espera, como poco, a mil personas. La cita, a partir de las tres y media de la tarde.
Las escaleras, las capillas y las cruces de granito diseñadas por Pedro Muguruza, van marcando la senda de la Pasión de Cristo. Ahí están las catorce estaciones, en números romanos, que recrean las escenas desde que Jesús es condenado a muerte y sufre las tres caídas hasta que es llevado al sepulcro.
Este Vía Crucis, orgullo de la Abadía de Santa Cruz del Valle de los Caídos, discurre por una calzada enlosada, muy al estilo de las calzadas romanas, con una media de 6 metros de ancho.
El trayecto, que necesita más de tres horas andando y en silencio, empieza en los Juanelos, cuatro gigantescos monolitos de piedra que estaban abandonados en los municipios toledanos de Sonsec a y Nambroca y que alguien sacó del olvido de siglos para dar esplendor a la carretera de acceso al Valle de los Caídos. Se asciende a golpe de peldaño. A cada una de las catorce paradas. Hay estaciones con capilla, con una sobría escultura que la numera o, simplemente, una cruz de madera. Éstas últimas, las más sencillas.
De la VI estación a la VII casi se para el corazón. Ante nuestros ojos, el valle y las montañas. El embalse de Valmayor y el Campillo, el edificio herreriano que fue residencia del secretario de Felipe II. La autopista A-6 parece una hebra de hilo gris. Al fondo se divisan, y no es brima, las 4 torres del madrileño paseo de la Castellana, el «sky line» de la capital que se distingue con toda nitidez. La VIII estación es el punto más alto del Vía Crucis. Estamos a 1.338 metros de altitud, en el Risco de la Nava. Por su belleza se la conoce como el Altar Mayor. En esta atalaya nos encontramos ayer con Laura Mayoral, miembro de Bomberos de la Comunidad de Madrid. Su trabajo consiste en vigilar todo el panorama en prevención de cualquier accidente, incluidos los temidos incendios.
La XIII estación es la Piedad, la famosa escultura de Juan de Ávalos, en el frontal de la Basílica, porque representa a Jesús ya muerto en los brazos de la Virgen. La última estación, el Cristo en el sepulcro, ya está en el interior del templo. Un libro editado por Plataforma 2003 ofrece todos los detalles del recorrido, aún sin rematar.
Mañana, en el primer Vía Crucis, habrá dispositivo de seguridad, agentes de la Guardía Civil y sanitarios. Toda precaución es poca si tenemos en cuenta que al Vía Crucis de mañana se espera la asistencia de grandes y chicos, familias enteras. Hay algún trayecto alternativo para quienes no puedan hacerse con el original, repleto de subidas, bajadas, cortados y precipicios.