En la lista del consenso algunos nombres invitaban al debate. Cierto es que siempre se les englobaba en el grupo de los actores secundarios. Uno de ellos era Fernando Llorente. Un sector de la prensa pudo en duda su alistamiento en lugar de Dani Güiza, uno de los hombres de la Eurocopa. El delantero del Athletic participó en la Copa Confederaciones y su rendimiento llenó de dudas al cuerpo técnico.
Sin embargo, en la pelea por el recambio del nueve se llevó el premio entre Güiza y Negredo, los otros dos candidatos. Ante Portugal, fue la llave para abrir el cerrojazo de Queiroz.
Aunque España fue España funcionó el plan B. Del Bosque buscó en el banquillo una solución para rematar un partido bastante controlado. Y lo encontró con un tanque. Con un hombre del fútbol más arcaico, hoy con condiciones más depuradas. Llorente logró fijar a los dos centrales y permitió que los centrocampistas se asociasen con menos agobios y sin el aliento de los portugueses. En una de esas asociaciones tiró de manual. Pared con Iniesta, espuela de Xavi y zarpazo de Villa.
Fernando Llorente pudo llevarse el premio en la primera pelota que tocó. Conectó un centro desde el costado derecho y casi fusila a Eduardo. El balón voló demasiado bajo y le obligó a rematar en una posición impropia para un jugador de casi dos metros. Bregó como un titán y tuvo que cambiarse la camiseta por un agarrón pese a que va embutido con un nuevo modelo.
Su aparición en el partido apenas si modificó la filosofía de toque del equipo español. No desentona en el cuadro. Está reclutado para la causa y se ha integrado en la dinámica de juego. Su aparición sirvió para que jugadores como Iniesta o Xavi se sintiesen más liberados. Ahora, Del Bosque se encuentra en una tesitura. Fernando Torres sigue sin mandar noticias alentadoras y Llorente se ha ganado el derecho a tener una oportunidad. Ante Paraguay el cuerpo técnico tiene que mover ficha. Y repartir descansos porque algunos jugadores comienzan a cargarse de minutos.
