Cuando hace unas semanas Givenchy anunció repentinamente que sustituiría el desfile de su colección Alta Costura Otoño/Invierno 2010-2011 con una presentación íntima, surgieron toda clase de teorías. ¿Era una medida para reducir costes? ¿O privacidad para sus clientes (el puñado de mujeres lo suficientemente ricas como para pagar más por un vestido que por un coche)?
La respuesta de la casa francesa era mucho más simple: se trataba de permitir que los clientes potenciales y los medios de comunicación apreciaran la asombrosa complejidad de las prendas, piezas bordadas a mano, algunas de los cuales han tardado cerca de 1.000 horas de elaboración.
Solo de cerca se puede admirar la minuciosa perfección de los detalles de la colección
Inspirado en el Día de los Muertos mexicano, y sin un ápice de oscuridad, la fascinasión de Tisci por la religión y el erotismo se funden en un homenaje a la anatomía, con infinitos y minuciosos detalles en las prendas. Plumas de avestruz, tules y encajes de Chantilly se entremezclan con riquísimos bordados con cristales de oro, perlas de alabastro y pequeñas cadenas que serpentean a través de la tela.
La iconografía mexicana, en clave de superlujo, se representa a través de calaveras incrustadas, apliques que simulan los huesos del cuerpo humano o corazones ensangrentados.
El resultado, un «gothic muy chic» exuberante, minucioso y sublime.