Y van ya diez años y siete entregas de las aventuras de Harry Potter, el aprendiz de brujo, durante los cuales el niño se ha convertido en maromo y la serie en un jaleo paranormal digno de David Lynch cuando pone la olla a hervir. La serie la empezó Chris Columbus y la siguieron Alfonso Cuarón, Mike Newell y David Yates, el director de las últimas y el que le dará carpetazo con la segunda parte de la que hoy se estrena, “Las reliquias de la muerte I”.
ABC
Vídeo: Tráiler de «Harry Potter y las Reliquias de la Muerte»
A lo largo de todo este “tiempo Potter” se ha ido midiendo la evolución de los personajes y de la ética y la estética del tinglado que se cocía en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, que no está en el listado ni de los públicos ni de los concertados. Más infantil, más adulta, más oscura, más espectacular, más tenebrosa..., en fin, cada entrega iba siendo comparada con las anteriores, sin que hubiera entre ellas grandes diferencias dignas de ser notadas salvo por los harrypotterófilos.
Llegados a este punto casi final, donde la trama es ya un ovillo en las zarpas de cuatro gatos juguetones, seguir las peripecias de Potter y de sus amigos, Hermione y Ron, contra el imperio de las sombras de Lord Voldemort y los horrocruxes es ya una tarea hercúlea: ni siquiera pisan en este entrega el Colegio, lo cual se entiende pues el trío está ya para acudir más bien a las fiestas deprimentes de ex alumnos. No hay intrigas de colegio, ni juegos con escoba voladora, ni pociones, ni Albus Dumbledor , ni tiene mayor presencia el sinuoso Severus Snape que interpreta el aún más sinuoso Alan Rickman... Y, francamente, empieza a dar ya a estas alturas entre risa y pena la imagen chata del líder de los mortífagos, que interpreta Ralph Fiennes con la nariz que se le quedó a Michael Jackson.
La serie ha ido perdiendo su magia, y ahora toda aquella espectacularidad, intriga y sortilegios se salda con unas cuantas bolas incendiarias que vuelan de aquí para allá o una serpiente como de año nuevo en Chinatown. Y la sensación es que Daniel Radcliffe se divierte tanto interpretando a Harry Potter como uno mismo viéndolo. El elegido está pidiendo a gritos que lo cambien de una vez de colegio.






