El mordisco a la Copa de Maestros tendrá que esperar. Se quedó a medio camino Rafa Nadal, superado en la final por un Roger Federer que adora este torneo (3-6, 6-3 y 1-6). Lo ha ganado cinco veces, bienvenido al club de Sampras y Lendl, y en Londres se ha superado a sí mismo, obligado a demostrarse que sigue siendo un gigante.
El damnificado fue Nadal, pero no debe empañar esta derrota un 2010 soberbio. Llegar a la final ya era más de lo esperado y le toca pensar en el arranque del próximo curso, con el Abierto de Asutralia como objetivo. A Nadal le pesaron las piernas, castigadísimas después de la paliza que se dio con Andy Murray.
Le costó 3 horas y 11 minutos sacar el billete, dos horas más de faena que Federer, mucho más expeditivo en su duelo con Djokovic. Justito de fuerzas, a Nadal le costó llegar a las bolas ajustadas, exigido por los precisos latigazos del suizo. Federer arrancó como un ciclón y en poco más de media hora ya se había adjudicado el primer set, un 6-3 forjado a través de la rotura en el octavo juego. La primera vez que pudo, aprovechó para estirarse en el marcador, sin tiempo para la reacción del balear.
Proclamado a los cuatro vientos el respeto que se tienen, en los dos primeros juegos del encuentro nadie fue capaz de sumar al resto. Hubo intercambios preciosos y ahí donde llegaba la garra de Nadal aparecía la elegancia de Federer, más exprimido su revés que nunca ya que Nadal le cargó continuamente. Al final, le cogió la medida y regaló impactos sensancionales.
Vino luego el despertar del español, crecido cuando le rompió el saque a Federer en el cuarto juego del segundo set. Fue entonces cuando salió su mejor tenis, que sin embargo fue menos brillante que el de otras ocasiones. Cuestión de fuerza, y las suyas estaban bajo mínimos.
Condicionado el título a un set decisivo, la moneda le dio la razón a Federer. Ha sido el que más superior se ha mostrado en todo el torneo y, hasta la final, no había cedido ni un set. Ferrer, Murray, Soderling, Djokovic y Nadal, todos han caído por el camino del suizo.
Finísimo en su saque, puso la directa y rompió en dos ocasiones a Nadal para el 6-1 final en una hora y 37 minutos de partido. He aquí el campeón de los maestros, que en pista cubierta parece casi invencible. Nadal nunca le ha ganado en este tipo de pista y hasta hoy ni siquiera le había arañado una manga. Tendrá más oportunidades el español, seguro, y puede decir para siempre que en 2010 ganó tres grandes de forma consecutiva. Adiós a un año mágico.
