La visita a España de la delegación china encabezada por el viceprimer ministro de la República, Li Keqiang, comenzó ayer en el Palacio de Moncloa con una suerte de noche de Reyes. «Vamos a estar con España en las alegrías y en las penas», regaló el dirigente chino a los oídos de Rodríguez Zapatero. El gigante asiático manifestaba así su compromiso de ayudar a España a superar la crisis comprándole más deuda pública.
Para intentar rematar el festín, el Gobierno español anunció la firma de acuerdos y contratos entre las dos delegaciones por valor de 7.300 millones de dólares o 5.547 millones de euros, según datos facilitados por el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX), organismo dependiente del Ministerio de Industria. Aunque lo cierto es que de estos, 7.100 millones de dólares o 5.396 millones de euros corresponden a la alianza en Brasil entre Repsol y Sinopec, sellada ya en octubre pasado, totalmente al margen de la visita actual. De este modo, los contratos y «memorandos de entendimiento» —simples acuerdos de colaboración futura— logrados ayer por la diplomacia española en los ámbitos privado y público solo suponen 200 millones de dólares o 151 millones de euros; un 3% de los 5.547 millones proclamados por el Gobierno.
En cuanto al ámbito de estos nuevos pactos, se destinan a sectores como el energético —sobre todo en renovables, de gran interés para el Gobierno chino—, las finanzas, el tráfico aéreo, las telecomunicaciones, el vino, el aceite y el jamón serrano (ver desglose abajo adjunto), hasta sumar 16 ententes: 12 de colaboración empresarial en el ámbito privado y cuatro entre ambos gobiernos. Tras una primera reunión entre Zapatero y Li, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, los contratos se cerraron en una «cumbre» celebrada entre un centenar de empresarios de ambos países.
Puente a Iberoamérica
Como fuere, la delegación china reconoció tener «mucho interés» en el mercado financiero español. Ya el pasado mes de diciembre, el banco más grande del mundo, el Industrial and Comercial Bank of China (ICBC), anunció que el próximo 24 de enero abrirá su primera oficina en España.
Y ayer, uno de los «pactos» alcanzados se produjo entre BBVA y el banco público Banco de Desarrollo de China, que acordaron cooperar «fuera del territorio chino, principalmente en los países iberoamericanos», en áreas de negocio como la financiación de proyectos, servicios comerciales y negocios de banca corporativa.
En este sentido, China estaría buscando cada vez más alianzas estratégicas con España y sus empresas para poner un primer pie en Iberoamérica, región que hasta ahora se le resiste. Y Rodríguez Zapatero le tendió ayer una mano. El presidente del Gobierno animó a las empresas chinas a invertir en España, ofreciendo el país como una excelente plataforma para que los productos y la inversión del gigante asiático pueda acceder a la UE e Iberoamérica.
Lo hizo después de que el dirigente de la segunda economía del mundo declarase su «confianza» en la economía española y se comprometiese a «seguir comprando deuda pública española a corto, medio y largo plazo» para, dijo, «aguantar al país financieramente». De hecho, el Banco Central de China se convirtió en el último año en uno de los principales compradores de títulos del Tesoro público.
Sin embargo, la ayuda china no saldrá gratis a España. Li recogió el ofrecimiento de Zapatero —calificó a España como «su mejor amigo de la UE»— y pidió al Gobierno socialista que vele por sus intereses ante Europa en diversos temas, entre ellos, el cambio climático o el armamento nuclear o la lucha contra.
Además, China está interesada en diversificar con el euro su cartera de reservas, ahora copada de dólares americanos. Gracias a sus reservas de divisas, las mayores del mundo con dos billones de euros, Pekín no sólo financia ya la deuda pública de EE.UU., de la que atesora más de 900.000 millones de dólares en bonos emitidos por la Reserva Federal. Los dirigentes chinos están poniendo ahora sus huevos en otras cestas, entre ellas las europeas. Han empezado por los debilitados países de la periferia, los más castigados por la crisis (Portugal, Irlanda, Grecia, España). A medida que dichos Estados amenazaban con la bancarrota y forzaban a la UE a poner en marcha multimillonarios planes de rescate, Pekín acudía en su ayuda, comprando su deuda.
El precio que exige China
Las adquisiciones masivas de bonos venían acompañadas de colosales inversiones chinas. Como la concesión a la naviera Cosco, por 3.400 millones de euros y 35 años, de las dos principales terminales de contenedores del puerto griego del Pireo, uno de los mayores del planeta. O los planes de los hombres de negocios chinos para construir en Athlone (Irlanda) un parque comercial con 10.000 empleados donde mostrar los baratísimos productos salidos de la «fábrica global». Algo parecido al polígono Cobo Calleja de Fuenlabrada (Madrid), donde ya funcionan 1.600 empresas, la mayoría almacenes de venta al por mayor regentados por empresarios chinos.
En diciembre, poco después de que el ministro de Finanzas portugués se reuniera con su homólogo chino, Xie Xuren, y con el gobernador de su Banco Central, Zhou Xiaochuan, el diario «Jornal de Negocios» informaba de que Pekín estaba dispuesto a hacerse con entre 4.000 y 5.000 millones de euros de deuda pública lusa. Un balón de oxígeno tan importante para las asfixiadas arcas del país vecino como la confianza que ha expresado el viceprimer ministro chino, Li Keqiang, en los bonos españoles.
Pero, como hacía don Vito Corleone en «El Padrino», llegará un día en que habrá que devolver el favor al régimen de Pekín. Más temprano que tarde, quizás este mismo año a tenor del diario francés «Le Figaro», ese momento llegará cuando China presione a la UE para que levante el embargo de armas vigente desde la matanza de Tiananmen en 1989. O cuando el partido intente que no se le conceda ningún otro Nobel de la Paz a disidentes como Liu Xiaobo. O cuando haya se negocie el cambio climático o las decisiones del G-20. Entonces habrá que demostrar que «España es el mejor amigo de China en la UE», como repiten orgullosos los diplomáticos de ambos países. Y ése será el triunfo de la diplomacia del yuan sobre la vieja Europa.







