La sonrisa era el reflejo del alma. Después de cinco meses de suplicio, ha vuelto al fútbol. Kaká vivió el día soñado en el Bernabéu. Su reaparición en un partido «de verdad», frente al magnífico Villarreal, la rubricó con la jugada que generó el tercer tanto de Cristiano y con el remate del cuarto gol madridista, el de la tranquilidad, en un disparo que culminaba un pase de Ronaldo, que le «devolvió favor». El brasileño se sintió otra vez jugador en la noche de la lección magistral de Mourinho.
El entrenador portugués fue el principal artífice de la victoria. El culpable del éxito de Kaká en su «regreso» en Madrid. Si Cristiano firmó tres dianas, si el «brasileiro» marcó el cuarto, el técnico cambió tres veces de sistema hasta anular la superioridad inicial del rival y encerrarle en su propio «submarino».
Una defensa de tres
Visto el éxito táctico de Garrido en el primer periodo, Mourinho escribió una decena de hojas en el banquillo y cuando llegó el intermedio revolucionó al equipo. Debía acabar con el dominio apabullante del enemigo en el centro del campo. Xabi Alonso y Lass no podían frenar solos a Cazorla, Bruno, Borja y Cani, ayudados por Capdevila en ataque. Eran cinco contra dos. El preparador luso los frenó. Y los superó.
Mourinho anuló el mando del Villarreal al decidir un 3-4-3
El Real Madrid del segundo tiempo fue otro. Mourinho plantó un arriesgado 3-4-3 con Albiol, Carvalho y Ramos en defensa, mientras Di María y Marcelo se convertían en los interiores que apoyaban a Xabi Alonso y Khedira en el medio. Cristiano, Ozil y Benzema, arriba, fueron más ofensivos que nunca.
Kaká, medio y delantero
El éxito fue inmediato. Los blancos pasaron a tener el balón por vez primera en el partido. Debían romper el 2-2. Y el entrenador local apostó a la ruleta rusa: sentó a Albiol y sacó a Kaká ante el fervor de 77.000 aficionados. Inventó su tercera estrategia, un 4-4-2 con Ramos, Khedira, Carvalho y Marcelo atrás, mientras Di María, Xabi Alonso, Kaká y Ozil mantenían el mando del encuentro con Cristiano y Benzema arriba.
El brasileño cambió la personalidad del juego. El Real Madrid necesitaba mayor serenidad y él aportó el tempo, el poso que hace falta en las situaciones críticas. Se encargó de abrir la muralla castellonense con el pase que dio origen al 3-2, rematado finalmente por Cristiano, aunque precedido de un fuera de juego de Di María.
Con la ventaja, su inmediato superior rizó el rizo de la lección magistral. Quitó a Karim, sacó a Gago y colocó a Kaká en punta para crear contragolpes junto a Cristiano. El número ocho volvió a demostrar su clase en esa nueva posición. Anotó el cuarto tanto gracias a un centro de CR.
El 4-2 evitó el cuarto cambio estratégico que el preparador luso tenía en la recámara: situar a Sergio Ramos como delantero centro para intentar abrir el cerrojo adversario. Un carioca acabó con el problema.
