Definitivamente Conrad Murray, el cardiólogo de Houston que Michael Jackson contrató para ser su médico personal, irá a juicio acusado del homicidio involuntario del artista. Seis días de vista preliminar en Los Ángeles y una veintena de testigos se han saldado con esta decisión del juez, que de momento mantiene a Murray en libertad bajo fianza, pero con su licencia médica suspendida. Se enfrenta hasta a cuatro años de cárcel si es hallado culpable.
La vista preliminar ha sido un infierno para los familiares y amigos de Jackson y para cualquiera con un mínimo de fe en la decencia humana. A través del testimonio de colaboradores y guardaespaldas de lo sucedido en el dormitorio de Michael Jackson aquel aciago 25 de junio de 2009. Todo el reencuentro con la primera leyenda de Jackson, cuando era el niño prodigio del pop y el príncipe negro de «Thriller», chocó de nuevo con la imaginería kafkiana-freak de su larga y penosa decadencia. Murió como el patético niño perdido que era, luchando contra sus propios demonios y pidiendo a gritos un alivio químico contra el insomnio.
De locos
Y sin embargo si Jackson estaba loco, los que le rodeaban lo estaban más... y peor. Porque su posible locura era la del ángel caído ni se sabe dónde, mientras que la locura a su alrededor era la de un mundo despiadado, abierto en canal a la codicia. La misma que llevó a madres de niños pequeños a explotar su hambre de infancia para tratar de presentarle como un pederasta si no se dejaba sacar los cuartos. O al doctor Murray a atiborrarle de Propofol, un potente anestésico utilizado en cirugía, para quitárselo de encima y no tener que acometer la ardua tarea de confortarlo realmente.
La defensa de Murray alega que fue el mismo Jackson quien se administró la dosis letal de Propofol aprovechando un descuido del médico. Que descuidos tuvo muchos, pero ninguno de ellos capaz de causarle la muerte al cantante; a este discurso se ciñen y se aferran los abogados con la esperanza de salvar a su cliente.
La defensa de Murray alega que fue Jackson quien se administró la dosis letal de Propofol
Para rematar la faena Kenny Ortega, productor de la gira que Jackson preparaba, «This is it», dio cuenta de comentarios de Murray tan cargados de hastío y de desprecio hacia su cliente que cuesta creer que cobraba una fortuna por mantener sano a Jackson. La imagen que queda es la de un profesional codicioso y desalmado, una sanguijuela más chupando la sangre de las heridas abiertas del «star-system».







