Los mercados han trazado el camino y hay pocas opciones para desviarse. Ser una entidad española penaliza y ser caja de ahorros añade un sobrecoste adicional cuando se busca financiación entre los inversores extranjeros. El acceso a crédito internacional a un precio competitivo se ha convertido, en sí mismo, en un plan de negocio.
Con esta premisa, La Caixa ultima su transformación en un banco, la horma financiera más conocida por los mercados, y su consejo de administración afrontará la decisión en una reunión a celebrar en los próximos días, según ha podido saber ABC. Diversas fuentes apuntan incluso a que la resolución podría estudiarse en el consejo de administración que la caja de ahorros celebrará este mismo jueves previsto, en principio, para la aprobación de los resultados anuales de la entidad, que serán presentados al día siguiente, el próximo viernes 28 de enero.
Desde la entidad que preside Isidro Fainé, fuentes oficiales reconocen ya que se «están estudiando todos los modelos previstos en la Ley de Órganos Rectores de las Cajas de Ahorros (LORCA) con la mirada puesta también en los sistemas internacionales, pero no hay decisión tomada ni tampoco calendario fijado». Simplemente por eliminación, la LORCA establece tres vías para las cajas: convertirse en fundación —que no deja margen para el traspaso del negocio bancario—, en Sistemas Institucionales de Protección (SIP) o fusiones virtuales —un modelo que la caja ya descartó al absorber, y no fusionarse, a Caixa Girona— y la transformación en banco, la opción finalmente elegida.
Solución a Basilea
No obstante, en el diseño de la nueva estructura, el objetivo nuclear de Fainé ha sido el de preservar el modelo de caja de ahorros, siendo para él condición sine qua non que La Caixa mantenga intacta su obra social tanto en las áreas de trabajo como en la dotación económica. Para lograrlo, todo apunta a que saldrá adelante una fórmula mixta que dé cabida al banco y a una fundación —que dependa de él— que recoja la actual obra social desarrollada por la caja de ahorros.
Con esta tranformación, la caja supera el reto de responder a las exigencias de los mercados al mismo tiempo que mantiene el «alma» y la esencia de su negocio. Además, esta reestructuración interna le permitirá segregar su brazo industrial del núcleo financiero de cara a sortear las penalizaciones en términos de capital que Basilea III tiene previsto introducir para las participaciones industriales directas que tengan las entidades financieras. La Caixa ostenta paquetes accionariales de peso en Gas Natural, Telefónica, Abertis o Repsol.
En cualquier caso, la decisión que adopte la entidad que preside Isidro Fainé no tendrá sólo repercusiones a nivel particular. La caja con más solera del paisaje financiero nacional está llamada a marcar la pauta de sus homólogas. Y en la madrileña calle de Alcalá se esperan con anhelo su paso al frente.








