Su nuevo disco se llama «Raskatriski». No queda otra, por tanto, por poco original que sea la cuestión, que preguntarle por el significado del título. «Es un ritmo de rumba catalana, que ya me la tocaba mi padre cuando yo era niña. Con ella empecé a bailar, a moverme. Yo siempre he sido muy bailona, desde muy chica». No ha sido el baile, sin embargo, el camino que ha tomado una artista que no ha hecho otra cosa desde que nació que respirar arte. «Yo bailo a mi forma; podía haber sido bailarina, porque tengo además cuerpo para ello, pero a la hora de expresar mi alma prefiero unir la música, la voz, el baile... Es mi manera de entenderlo y de expresarme».
En estos tiempos de zozobra discográfica, sacar un disco al mercado puede tener algo de heroico y algo también de insensato. Rosario no lo cree. «Es todavía una de las formas que tenemos de comunicarnos con el público, de llegar a la gente». «Estoy cambiando» es el título del primer single —«una artista no es una canción», apostilla Rosario—; quizás sea una declaración de intenciones, ya que todos los temas llevan su firma y hay en él un mosaico de estilos que van del pop a la rumba, pasando por el soul, la bossanova y el funky. «Los artistas siempre estamos buscando, o al menos yo lo hago, cómo poder hacer cosas nuevas. En todos mis trabajos anteriores he ido metiendo canciones de mi autoría, pero siempre había otros temas de otros autores, o compartidos... Esta vez tuve más tiempo para escribir y a la hora de ponerme a grabar tenía bastantes canciones propias, pero mi intención no era hacer un disco entero con temas míos».
Otra novedad: grabar en Los Ángeles. «Eso aporta un punto de vista diferente, y me ha permitido trabajar con un batería extraordinario, Simon Philips. Lo importante es estar abiertos, no cerrar puertas e ir haciendo cosas que van surgiendo; siempre dentro del estilo Rosario, al que creo que sigo siendo totalmente fiel».
En cualquier caso, el disco no es más que una excusa para poder interpretar nuevas canciones sobre el escenario, el hábitat natural de Rosario. «Quien me quiera conocer tiene que venir a verme a un concierto; si no, sólo tiene una parte de mí. Soy artista de energía, de escenario». Como autora, reconoce, «me queda mucho camino por recorrer». Escribir le gusta, pero ella no se siente completa si no comparte esa energía de la que habla con el público. Su música, añade, tiene más de inspiración que de trabajo. «Es la vida la que te da las canciones —explica—. Nacen y se hacen, pero la primera bombilla tiene que nacer, es espontánea. Luego hay mucho trabajo, claro. Pero yo soy una artista mucho más de inspiración; si no la tengo es inútil que me siente a darle vueltas intentando escribir, porque lo que ocurre es que me bloqueo». Crear, sin embargo, le sirve para sacar de dentro sensaciones y sentimientos que a veces ni siquiera conocía. «Mis canciones nacen de un mejunje de sentimientos que una lleva dentro, incluso de cosas que no sabes que tienes».
