Fue otro Real Madrid. Menos vertiginoso y más creativo. Menos letal y más elaborado. Bueno y bonito. Diecisiete remates en cuarenta y cinco minutos. Dos goles. Dos disparos a la madera. Y ocasiones para golear a mitad del espectáculo. Las estadísticas de los técnicos del Real Madrid son como el algodón: no engañan.
El Real Madrid realizó el mejor partido de la temporada, sin su estrella, gracias a un sistema clásico de 4-4-2 en rombo que eliminó un destructor en el centro del campo (Lass, Khedira) e incluyó un creador como Granero. Un esquema más participativo que elaboró el fútbol con dos directores —Xabi Alonso, Granero— y atacó con dos medias puntas como Ozil y Di María, plenos de libertad de movimientos.
A Mourinho no le sorprendió. Todo lo contrario. «Sabía» que su equipo «iba a jugar así» de bien. El madridismo vibró. Le pide mantener el esquema e integrar en este 4-4-2 a Cristiano Ronaldo. No es tan sencillo. Lo mejor del entrenador es que da lecciones de fútbol con explicaciones precisas de sus tácticas. El portugués cubrió la ausencia de Cristiano con una apuesta de calidad que buscaba apropiarse del balón. El problema del 4-4-2 es que se necesita una posesión del setenta por ciento para evitar que el rival se aproveche de un esquema con un destructor menos. Y el quid de la cuestión es si el futbolista número uno de la plantilla, Cristiano, puede jugar en un sistema colectivo y eliminar su individualismo.
Ante los grandes, pivotes
Mourinho manifiesta que su compatriota «tiene cabida en ese esquema». Pero nunca se atreverá a aplicarlo ante enemigos de jerarquía como el Barcelona. Frente a los clubes potentes no tomará tales riesgos.
El debate está que arde. La clase de CR7 es indiscutible. Sería un líder en cualquier equipo. Su estilo particular, que pone la sexta marcha, desborda a tres rivales con velocidad estratosférica y dispara, le ha hecho uno de los jugadores más grandes del planeta. Su arrancada explosiva ha producido 37 goles esta temporada, 27 de ellos en la Liga. Pero es un fútbol vertical, personal, impulsivo.
La lección magistral ofrecida en El Sardinero exige plantearse la bondad de continuar con el rombo e incluir a Ronaldo en este juego de conjunto, como segundo delantero. El proyecto mantendría a Granero al lado de Xabi, con Di María como interior derecha y Ozil por donde quiera. No tiene sentido polemizar respecto a la dependencia que el Real Madrid sufre con Xabi cuando el Pirata está en el banquillo.
Mourinho piensa repetir la experiencia ante adversarios modestos. Pero advirtió: «Volveremos al doble pivote». El 4-2-3-1 es la táctica que le gusta, porque los dos medios cubren las espaldas. El trabajo que realiza con Granero es «convertirle en pivote». Mientras, Galliani dice que solo ficharía a Kaká «si se rebaja mucho el sueldo». Esos son otros rombos.







